Entrevista a Leah Pattem, autora del blog ‘Madrid No Frills’ y defensora a ultranza de los bares de toda la vida.
Nota: Esta entrevista se realizó en inglés y ha sido traducida al español. Las palabras que la entrevistada dijo en español se han señalado en cursiva.
Un guiri es un turista que desentona con el entorno. Es el que, cámara al cuello y guía Lonely Planet en mano, azota las calles de su lugar de vacaciones con los pies embutidos en calcetines y sandalias, en busca de la nueva Meca de lo cool y lo fancy. Leah Pattem no encaja en esa definición. También pasea con su cámara, tampoco nació aquí, pero se conoce Madrid al dedillo y observa la capital desde su propio prisma.
“Quiero salvar Madrid de la gentrificación y las influencias de las industrias de fuera».
Pattem tiene 34 años y procede de Newcastle, Inglaterra. Es periodista, fotógrafa y profesora. Se mudó a Madrid hace seis años e hizo de Lavapiés su hogar y su estandarte. Es la autora de Madrid No Frills, la página web que creó hace tres años y que se hizo viral por su galería de 100 bares no frills (sin florituras). “Quiero salvar Madrid de la gentrificación y las influencias de las industrias de fuera, de las culturas que no ayudan a la ciudad, sino que la contaminan”, cuenta. Tener un medio propio le da la libertad para expresarse sin filtros y sin presiones ajenas.
Los bares Paco, bares Manolo, bares de viejo, grasabares o como quiera que se llamen suscitan en Pattem una curiosidad que va más allá de la mera atracción hacia lo exótico. Ella ve el valor de lo castizo y de lo añejo, como también reconoce la importancia de la historia, cultura y vida de la capital. Y luego lo fotografía y lo cuenta a su manera.
Nos encontramos con ella un lunes a mediodía en el Café Pavón (calle de Embajadores, 9), un bar cercano a su casa y que para ella representa una metáfora certera de Madrid.
¿Qué tiene Madrid de especial?
Que la gente no cree que lo sea. La gente piensa en España y piensa en Barcelona, Sevilla… Recuerdan las ciudades estereotípicas con edificios preciosos. Luego vienen a Madrid y dicen: “¿qué se supone que tengo que ver aquí? Puedo ver la Cibeles, pero eso no es emocionante”. Lo que tienen que ver es la atmósfera, la sensación que produce la ciudad, las calles. La vida tradicional en las calles, en combinación con la vida moderna, es lo emocionante. El día a día. Eso es lo que tiene Madrid de especial.
Madrid es especial porque la gente no cree que lo sea.
¿Por qué te fascina tanto esta ciudad?
Por su combinación peculiar entre lo viejo y lo nuevo. Ambas cosas coexisten y a veces se funden, como si hubiera dos mundos sucediendo al mismo tiempo constantemente. (Señala hacia el exterior del Café). Mira a esta mujer ahí sentada, ese banco donde se sientan las personas mayores. Nunca entran aquí, nunca piden una caña ni se sientan en la terraza. Eso es un espacio comunitario para ellos. (Ríe) Y ahí se comen sus pipas. Mi vida y su vida son diferentes y paralelas. Es algo que no veo en Reino Unido.
Con tanto cariño y emoción narra Pattem esta ciudad que nos hace amar el Madrid de toda la vida, el de las terrazas con sillas de plástico y los cafés en vaso de caña y la gente que se ríe a gritos en la calle y las abuelas asomadas al balcón y las servilletas sucias decorando el suelo de los bares. La periodista nos redescubre la verdadera esencia madrileña y, lo más importante, nos reconcilia con los aspectos de nuestra ciudad que ninguneamos o que hasta nos avergüenzan.
¿Qué hay de bonito en un café servido en un vaso de Mahou?
(Ríe). Simplemente que es cutre, ya sabes. Y eso es lo que me gusta. Me encanta sentarme en un bar súper cutre, donde la gente grita, donde te lo pasas bien sin necesidad de cosas caras ni elegantes. Al contrario, ¡no hay esa presión! Hay sitios pijos en Malasaña donde me siento juzgada, no estoy cómoda. Siento que todo el mundo se mira, fijándose en cómo vistes, en cómo hablas. Hay algo tribal ahí, y yo no pertenezco a su tribu.
¿Los madrileños valoramos nuestra ciudad lo suficiente?
Algunos. Estáis muy orgullosos de vuestra ciudad. Todo el mundo, en el fondo, ama esta ciudad. Y os ponéis a la defensiva si alguien dice algo negativo sobre ella. Pero es contradictorio: al mismo tiempo, vuestras acciones diarias no reflejan esa pasión. Defendéis los bares no frills pero coméis en VIPS. Eso es muy frustrante. Como protesta, yo nunca he ido a VIPS. Voy a los bares aunque a veces sea difícil, porque no como carne.
Madrid No Frills puede dar la impresión de que la mirada de Pattem está cargada de inocencia, pero ella no incurre en la ingenuidad ni en la condescendencia. Es solo que le llaman la atención, en un sentido positivo, las peculiaridades que aquí damos por sentadas.
Tras varios años viviendo y escribiendo Madrid, su blog ha evolucionado hacia la reivindicación. Actualmente, además de celebrar su ciudad de acogida, la defiende con fervor. Su cruzada particular son los bares madrileños de toda la vida.
¿Qué nos estamos perdiendo los madrileños de nuestra propia ciudad?
La sensación de comunidad, supongo. Los españoles tenéis una comunidad familiar y de amigos, pero el bar del barrio está desapareciendo. Es interesante que los inmigrantes hayan tomado el relevo. Hay mucha gente de Sudamérica que va a los bares y mantiene la cultura española. Creo que los españoles os estáis alejando del espíritu comunitario. Como en el Reino Unido, donde cada uno tiene su propio mundo. Ese espíritu de comunidad es típico de la clase trabajadora. En lugares como Tetuán todavía existe. En otros sitios no puede quedarse, porque está siendo desahuciado o desplazado por los altos precios.
Los madrileños estáis muy orgullosos de vuestra ciudad, pero vuestras acciones diarias no reflejan esa pasión.
¿Los bares tradicionales de Madrid están en peligro de extinción?
Sí. Definitivamente. Mucho. Aunque en algunos sitios la clientela es reemplazada por otras comunidades, la mayoría de las veces el propietario es desahuciado, se muere o se jubila y vende la propiedad. Esa propiedad se convierte en algo caro que resulta imposible de disfrutar para los vecinos.
¿Conoces El Palentino? Es el ejemplo perfecto. Fue el último bar tradicional de la calle Pez. Casto murió y Loli lo vendió por 1,3 millones de euros, a un precio probablemente cien veces mayor de lo que le costó a Casto. Ahora tiene unos clientes opuestos a los de antes. Yo solía ir, hablaba con Casto y él hablaba con todos, nos presentaba los unos a los otros, creaba la comunidad. (Ríe) Era como un cura, escuchaba tus problemas. Ahora los camareros son jóvenes, no les gusta su trabajo porque apenas les pagan. ¿Dónde está la permanencia en eso?
¿Podemos hacer algo para salvarlos?
¡Sí, por supuesto! Todo lo que hay que hacer es ir y tomarte una caña, llevar a tus amigos… Es simple, ya está. ¡Solo hay que ir!
El espíritu de comunidad está siendo desahuciado o desplazado por los altos precios.
Pattem se mete donde casi nadie más entra, como en el interior de edificios antiguos o en ruinas, en las entrañas del metro, en los baretos de los callejones o en las calles ignotas del extrarradio. También investiga y pregunta, pregunta muchísimo. De ahí nace un periodismo local marcado por la cercanía, la admiración hacia lo mejor de Madrid y la denuncia sin complejos de su cara más oscura.
En tu web has escrito sobre los problemas que amenazan Madrid, como la gentrificación y la arquitectura anti-mendigos. ¿Qué opinas sobre estos temas?
Tiene mucho que ver con la política. Irónicamente, muchas de estas estructuras se instalaron bajo el mandato de Manuela Carmena, que todo el mundo creía un poco más consciente de la integración social y esos asuntos. Es difícil de simplificar. Madrid tiene muchos problemas, como en todas partes. Los bancos anti-mendigos también existe en Londres. Uno de los problemas es la política verdaderamente complicada de España: está la ciudad, luego la Comunidad, el Estado… Un montón de cosas que deberían pasar no pasan porque todo el mundo está intentando negociar y llegar a acuerdos. Madrid no es buena para igualdad, como el Reino Unido. Eso me impacta todos los días.
Quiero ayudar, pero me siento impotente como individuo. Todos lo somos. Pero como periodista, como blogger, tengo más poder. Intento cambiar las cosas, pero dentro de lo razonable. (Ríe) Tengo que ganarme la vida, no puedo invertir todo mi tiempo en esto, aunque me encantaría.
La gente que vende cerveza en la calle tiene un nombre. Y son un fenómeno.
La periodista explica que ella escribe en inglés porque ya hay muchos periódicos que cuentan historias como las suyas en español. Y que al escribir en su lengua, anima a sus compatriotas a desincentivar la gentrificación, a elegir los bares de toda la vida antes que el McDonalds genérico.
También has contado las historias de personajes como Usman, el granjero alternativo de Mauritania y de los vendedores de cerveza ambulantes. ¿Qué has aprendido?
No es nada nuevo para mí, yo ya los conocía. Lo que me resulta interesante es exponerlos a otras personas y hacer que se den cuenta de que esa persona que va por ahí con una bolsa de plástico [donde lleva las latas] tiene un nombre. Y de que esa gente es un fenómeno. Y de que nunca lo habían visto, de que para ellos solo eran personas a las que a veces compraban cervezas.
La historia de Usman es impactante, pero ya la conocía. Se trataba de crear conciencia sobre asuntos que algunos conocen pero que la mayoría no.
¿Cuál es el siguiente paso para Madrid No Frills?
Lo de Patreon está yendo bastante bien. Ahora mismo tengo como 60 personas apoyando Madrid No Frills, ¡y ni siquiera son amigos míos! (Ríe). Es gente que cree de verdad en el blog.
Estoy intentando ser muy transparente sobre el dinero, porque son donaciones. Y quiero hacerlo de manera legal, pagando impuestos. Con esto gano como 180 euros al mes, lo que significa que puedo dedicar tres días al mes a Madrid No Frills, lo que mejora su calidad. Habrá más artículos, más entrevistas, más tiempo para investigar de verdad. Quiero ir a la Cañada Real y hablar con la gente de allí, en eso estoy invirtiendo ese dinero. Todo esto me lo permite la gente de Patreon.
No creo que esto se convierta en un trabajo a jornada completa. Al final es un blog y está en inglés. No busco una publicación global, es muy nicho. Me encantaría que creciera y poder dedicarle al menos un 50% de mis horas de trabajo. Creo que podría salir mucho de ahí.
Un vistazo a Madrid No Frills y una conversación con Leah Pattem desatascan la mentalidad del madrileño que ya está de vuelta de todo. La periodista provoca un reencuentro con la ciudad, ayuda a reavivar la llama, empuja a escribir otra vez que de Madrid al cielo. Y hace pensar que, como ella dice, lo mejor de Madrid es su propia esencia.
👉 Descubre cómo puedes colaborar con Leah Pattem y su blog Madrid No Frills.
Fotos: @angelbiyanueba para Madrid Secreto.