Hace tiempo que dejó de ser un secreto, especialmente entre los vecinos y empresarios del barrio de Salamanca, pero el Escondite de Villanueva (C/ Villanueva, 26) no ha perdido ese algo que te alerta de su exclusividad y de que aunque sea un sitio apto para gente molona, es asequible para el bolsillo. Uno de esos días en los que queríamos huir de todo, decidimos escondernos entre su decoración vintage y probar sus originales propuestas.
Nos adentramos en las entrañas de este local con decoración art deco y música erudita de fondo. Nos sorprendimos de que hubiera mesas libres, ya que otras veces nos hemos asomado y esto estaba hasta la bandera. A pesar de su popularidad, continúa siendo un sitio del que ocultarse de las miradas indiscretas, sobre todo si sabes dónde sentarte. De ahí su idoneidad para ir acompañado por una cita o para hacer afterwork y despotricar de los jefes sin que nadie te oiga.
Nos ofrecieron un chupito de vichyssoise para abrir apetito y tener algo con lo que acompañar nuestra copa de Verdejo, que achisparse a estas horas no está bien visto. El personal se mostró atento desde el principio pero guardando las distancias, lo cual agradecimos. Ante nosotras se presentaba una carta variada, con raciones y platos conocidos pero con su toque diferenciador, como chipirones con puré de calabaza o atún rojo con verduras al wok. Elegimos cuatro platos para compartir entre dos.
Enseguida empezó a llegar la comida. De entrante, unos huevos rotos con boniato, parmesano y trufa, algo ligerito. Entre que somos lentas para comer, que la mesa no era muy grande y que el pan bao de pato pad thai con tamarinho no tardó en llegar, nos sentimos abrumadas. Tomamos la sabia decisión de ir por partes y salió bien, ya que disfrutamos tanto del característico sabor de la trufa como del salado y dulce del pad thai. Por cierto ¿hay forma humana de comerlo con cuchillo y tenedor? Porque al final terminamos llegando a las manos.
De segundo, nos decantamos por el steak tartar con helado de mostaza y parmesano y la hamburguesa de pollo de corral con humus de albahaca y tomate ibérico. Lo primero no tardó en desaparecer. Nunca se nos hubiera pasado por la cabeza tomar helado con carne cruda pero la combinación nos sorprendió para bien. La hamburguesa estaba jugosa y el humus le daba un sabor muy mediterráneo. Nos apuntamos la combinación.
Llegados a este punto, nos dimos cuenta de que estábamos a punto de explotar así que nuestra intención era tomar una infusión como postre. No iba a ser tan fácil. El Rooibos llegó acompañado de unas milhojas de dulce de leche y su versión de la cheesecake, digna de aparecer en el ranking de las mejores tartas de queso de Madrid.
Estábamos tan borrachas de comida que olvidamos todo lo relacionado con las buenas formas y nos permitimos desabrocharnos el primer botón del pantalón. Menos mal que nadie se dio cuenta, que estas cosas dan vergüencita. Antes de irnos nos percatamos de que los desayunos y brunch que ofrecen son completos no están mal de precio, así que parafraseando a Terminator diremos: we´ll be back.