Hace unos días visitamos La Casa Tomada y si tuviéramos que resumir la experiencia en una sola palabra, ésta sería ilusión. Y es que cuando escuchas hablar a José Antonio, cocinero y “padre” de este proyecto, consigue transmitirte las ganas y la ilusión que él ha puesto a su idea.
La Casa está en la calle San Lorenzo, 9 (entre Tribunal y Alonso Martínez), que es bastante tranquila para estar justo al lado de Malasaña (algo que agradecimos bastante). Sin embargo, han sabido hacerlo bien, porque el local no pasa desapercibido. Su fachada tiene un morado que la hace destacar sobre el resto de locales de la calle y que invita a entrar por la calidez que refleja.
Por dentro es pequeño, pero muy acogedor, decorado con obras de artistas noveles (está pensado para acoger pequeñas exposiciones) y tiene referencias a Julio Cortázar donde menos te lo esperas.
Su carta apuesta por los bocadillos gourmets con ingredientes inspirados en sus propias experiencias y viajes, es por eso que encuentras especias indias o salsas japonesas entre su toque venezolano.
Pero en cuanto nos sirvieron el primer plato, nos olvidamos de nuestro lado más culto (cuando comemos necesitamos los 5 sentidos). Empezamos despacio, pero con buena letra, con una Ensalada Casa Tomada, con lechuga, cubos de queso Edam, trocitos de bacon crujiente, aceitunas negras, gajos de huevo cocido, tiras de pollo al grill y vinagreta de miel con mostaza… ¡¡Para que luego digan que las ensaladas son aburridas!! Nos gustó mucho y la vinagreta (hecha por ellos) hizo que unos ingredientes tan sencillos cobrasen vida.
Después vino lo que para mí es su plato estrella, las Chili Cheese Fries (patatas fritas con un topping de chili con carne, queso Cheddar fundido, jalapeños, daditos de cebolla morada, huevo frito, cilantro y bacon). No se me da bien rimar, así que no puedo hacerles una oda, pero os diré que intenté apurar el plato lo máximo que el tenedor me permitió. Al mezclarlo todo, la combinación fue increíble. Era cremosa y muy sabrosa y el hecho de que el jalapeño estuviese cortado en trozos grandes fue perfecto para que quien no tolerara el picante lo pudiera dejar y quien fuese amante del mismo, lo disfrutara.
Y por fin llegaron los más esperados, los bocatas gourmets. Probamos el Fat Roast Beef, con rebanadas de Roast Beef (que ellos mismos hornean) pasado por la plancha con sal marina, bacon, cebolla salteada y gratinado con queso Gouda. El punto del Roast Beef nos encantó. Muy bien hecho y nada seco y se podían saborear perfectamente cada uno de los ingredientes. El otro bocadillo era el de Teriyaki de pollo, preparado con tiras de pollo marinadas en salsa de soja y salteadas con cebolla, pimientos, sésamo tostado, cilantro, cebollino y salsa teriyaki. Fue como comer un plato de comida japonesa entre pan. El sabor está totalmente conseguido.
Y para terminar la noche, probamos su tarta de queso… ¡¡Casera!! Es una alegría encontrar postres caseros de verdad en un restaurante, porque últimamente te los intentan colar como caseros, pero luego no lo son. Y aquí se notaba que lo era. Una base de galleta gordita y bien mezclada con la mantequilla, el queso cremoso y no excesivamente dulce y la mermelada… ¡¡Buenísima!! En definitiva, una noche redonda en todos los sentidos, ya que después casi no pudimos cruzar el marco de la puerta.
Pero lo que más nos gustó de todo fue, tal y como he dicho al principio, la ilusión y la historia de La Casa Tomada, que no recibe su nombre de casualidad.
En parte le viene por un cuento de Cortázar, pero también toma ese nombre porque literalmente, su andadura empezó en la casa de la madre de José Antonio. Ella le cedió el patio de su hogar para que abriese el negocio, pero a medida que cosechaba éxito, José iba “tomando” más partes de la casa de su madre para ampliar el local hasta que tomó casi el total de la casa.
Nosotros le deseamos mucha suerte a José Antonio y a su Casa Tomada, porque tal y como él dice “si te esfuerzas en hacer cosas, llegas a tocar algo de la gente”.