¿Alguna vez os habéis planteado si consumís de forma responsable?
Pensadlo, tanto ruido, contaminación y artificio nos hace perder nuestro contacto con la naturaleza y si no queremos terminar como en la película de Wall-E, más nos vale bajar el ritmo. Menos mal que en Madrid quedan sitios donde aún se puede comer productos que vienen de la tierra a la mesa sin intermediarios ni artificios; lugares en los que no se come para sobrevivir, sino que se vive para disfrutar. Mamá Campo (Trafalgar, 22) es uno de esos oasis.
Mamá Campo ha venido para demostrarnos que la comida ecológica no es cosa de raritos, vegetarianos extremos y derrochadores. Nacho, uno de sus dueños, nos explica que su objetivo de fomentar el consumo de productos más sanos y naturales tiene tres patas: un colmado repleto de productos frescos para la cesta de la compra básica, una cantina donde tapear a la madrileña con un toque moderno y el restaurante; en el que además próximamente se organizarán cursos de cocina.
Si la decoración de su taberna ya sorprende con sus taburetes en el techo para merendar a lo Mary Poppins, la del restaurante es más sorprendente aún. En ella han participado artistas y diseñadores de reconocido prestigio nacional e internacional. Todo, las sillas, las mesas, las paredes y hasta los manteles, está fabricado con productos reciclados.
Todo esto necesario para daros cuenta de la historia que hay tras cada plato que sirven en la carta del restaurante Mamá Campo, con una oferta breve pero que hará las delicias de los que hayan empezado a cuidarse de cara al verano. Como entrante, probamos la crema de zanahoria con menta, una combinación muy interesante y sus croquetas de pepitoria, tan cremosas que se deshacían en la mano.
Lo contundente llegó con los huevos de primera puesta revueltos con pimientos y champiñones, el plato más sabroso para nuestro gusto. No podíamos quedarnos sin probar el ojito derecho de Mamá Campo: carbonara de algas con salmón ahumado, con un sabor a mar no apto para todos los paladares, ya que es un poquito fuerte. Lo mismo se puede decir de los ravioli de bacalao, con un sabor bastante particular.
A todo esto, las copas de vino blanco ecológico que nos sirvieron se fueron volando; y es que su sabor es tan dulzón que hay que andar con ojo. Combina muy bien con la original receta de cheesecake con queso azul con la que rematamos la faena.
Mamá Campo no es un sitio del que salir más ancho que Sancho Panza, sino donde deleitarse con la decoración y sentirse mejor con uno mismo sabiendo que lo que se está comiendo es ético y sobre todo, sano.