¡Ya está aquí! ¡Ya llegó! Blanca Navidad…Bueno, la verdad es que muy blanca no suele ser en Madrid y que aún no ha llegado exactamente, aunque el espíritu navideño se respira en cada rincón de la capital y en cada aglomeración que te encuentras y qué te hace tardar tres veces más en cruzar cualquier calle…Pero a pesar de eso, la Navidad en Madrid es una época muy bonita, por cosas como estas:
- ¡Hágase la luz!
Quizá la iluminación navideña no es tan despampanante como la que había hace unos años, pero no podéis negar que algunas calles están tan bonitas que consiguen que levantes la mirada del móvil y te quedes eclipsado mirando las bombillas de colores. - Cortylandia.
¿Quién no ha esperado con ilusión año tras año para ver el nuevo diseño de Cortylandia? No puedes considerar qué has tenido una infancia feliz si tus padres nunca te han llevado a ver Cortylandia y no te has peleado con tu hermano o tus primos por defender tu diseño favorito frente al de ellos. - ¡Belén, Belén campanas de Belén!
El de Sol será algo más modesto que el de otros años, pero habrá otros cuantos más para los que más espíritu navideño tienen cojan ideas para el suyo. En la Iglesia de San Ginés (C/ Arenal, 13) habrá uno a tamaño natural. Esperamos que el caganer no tenga mucho lujo de detalle. - Mercadillos Navideños:
De decoración, de belenes o de artesanía. Aunque no compres nada, en el fondo te gusta pasear por ellos por el ambiente que se vive y puede que hasta acabes comprando alguno de los sombreros graciosos que suelen vender en los puestos. El más tradicional (y uno de los que más encanto tienen) es el de la Playa Mayor, pero también nos gusta mucho el de la Plaza Benavente (con temática medieval) o el de la Plaza de Isabel II, que vende dulces caseros y típicos de estas fechas. - Pista de hielo.
No hace falta vivir dentro de una película navideña para poder patinar sobre hielo. La Plaza de Colón pondrá una pista con 28 metros de largo, así que si tienes buen equilibrio… ya sabes. - ¡Vacaciones!
Que sí, que la Navidad es compartir, es estar con la familia y todo eso, pero también es (para los más afortunados) hacer culto al pijama, al sofá y a las películas desgastadas, pero qué sigues viendo en bucle mientras te hinchas a polvorones.