
Los chefs de Umiko, ese restaurante japonés que lleva casi una década dando guerra y en el que el menú largo llega a los 240€, acaban de abrir un sitio nuevo. Pero no te hace falta ahorrar durante semanas ni ir a una ubicación diferente a la de siempre. Basta con tener hambre, 50 euros y sentarse en la barra del local de Madrazo, 6 –a dos minutos de Sol.
Se llama Umaki y está literalmente dentro de Umiko, pero no es Umiko. Aquí hay barra, temakis y una idea muy concreta: entras, comes y te vas.
Lo han llamado “barra de handrolls”, pero la verdad es que va más allá. Porque sí, los temakis mandan —el de callos a la madrileña, con su puntito picante y polvo de jamón, es un viaje de ida y vuelta; y el de kokotxa de bacalao con mojo verde, pura filigrana—, pero hay también tartares, sashimi, gyozas, ostres y hasta una reinterpretación del bocata de calamares hecha con alga nori crujiente. Todo servido rápido, sin florituras y con ese punto de genialidad que convierte el bocado más simple en un plato de autor sin necesidad de que lo diga la carta.
Una carta sin trampas
En cualquier restaurante de comida china de barrio, las gyozas cuestan 6 euros. En Umaki también. Pero mientras en uno son de verdura recalentada, aquí son de gamba al ajillo o de pollo con un sweet chili de maracuyá. A la plancha, al vapor o fritas no importa. El nivel es altísimo. Lo mismo pasa con los tartares: donde otros te cobrarían 25 euros por un plato de atún que no dice nada, aquí el de atún con yuca frita y huevo de codorniz cuesta 14 euros.
En la carta hay sitio para el producto puro (anguila, toro, langostino), para las vueltas de tuerca y para alguna que otra genialidad nostálgica. Como los postres: el Phosmiko, el Tigrekom o los mochis que han sido emblemas dulces de Umiko ahora viven también aquí, en este espacio más informal, más rápido, más directo.
Dos en uno, pero sin espejos
Umaki y Umiko comparten cocina y equipo, pero no comparten platos. Aquí no vienes a vivir la experiencia inmersiva, vienes a resolver el apetito con estilo. Es una propuesta más de calle, pero sin bajar el listón. No hay sobremesa, no hay francachela: hay ritmo, precisión y sabor. Si quieres sentarte tres horas y meditar sobre el umami, vete al salón. Si solo quieres comer muy bien y contarlo, este es tu sitio.
Los responsables del invento son Juan Alcaide y Pablo Álvaro, los mismos que llevan años rompiendo esquemas desde Umiko.