Cuando era pequeña veía unos dibujos animados que se llamaban La vuelta al mundo de Willy Fog. Era sobre un león “apostador, aventurero y gran señor” disfrazado de dandy que se dedicaba a recorrer el planeta de cabo a rabo para ganar una apuesta. De mayor quería ser como él. Tanto que cuando me retaron a recorrer el mundo en diez días, acepté sin dudarlo.
Recuerdo cómo surgió la apuesta. Estaba de copichuelas con un amigo cuando comenzamos a picarnos por ver quién había viajado más. Realmente habíamos estado casi en el mismo número de sitios pero ninguno estaba dispuesto a reconocerlo. Al tercer o cuarto mojito, me miró fijamente y dijo:
-A que no tienes narices a dar la vuelta al mundo en diez días
Sí, mi debilidad son las frases que empiezan con un “a que no tienes narices a…” y mi amigo lo sabe. Acepté el reto, me puse chulita y me propuse empezar el viaje “mañana mismo”. Se partió de risa porque una aventura así, con mis escasos ahorros y tan poca antelación, era imposible.
Sí, tenía razón, era muy poco probable ganar…Así que hice un pelín de trampa y por dar, di la vuelta al mundo…Sin salir de Madrid. Así fue cómo lo hice.
Salida: Madrid, bar El respiro (C/ Infantas, 34)
El “pistoletazo de salida” tenía que darlo en mi ciudad ¿No? Es el típico bar de apariencia cutre en el que con la cerveza, te hinchan a raciones. Aquí me despedí de las patatas bravas durante una temporada con lágrimas en los ojos.
País 2: Alemania, cervecería Oldenburg (C/Hartzenbusch, 12)
Mi primera parada fue para degustar unas birras en el país donde mejor saben servirlas. Un acalorado señor de Hamburgo me explicó amablemente que la hamburguesa no es yanqui como todos creen, sino alemana. Interesante ¿No?
País 3: Rusia, El Cosaco (Plaza de la Paja, 2)
En Rusia no es todo vodka, sombreros peludos divertidos y palacios que parecen hechos de chucherías. Quedé encandilada de los blínchiquis (crepes rusos) y los shasliks (brochetas).
País 4: China, La Joya Oriental China (C/Hermosilla, 101)
Un restaurante chino al que solo acuden paisanos tiene que ser de fiar sí o sí. En la mesa había una olla mongola en la que eché empanadillas, hongos, pasta de arroz y diversas verduras asiáticas. Para rematar, probé la ensalada de medusa, por aquello de que hay que enfrentarse a los miedos o en este caso, comérselos.
País 5: Japón, Miyama (C/ de la Flor Baja, 5)
Como dicen que es un país caro, me rasqué un poquito más el bolsillo. Me permití tener un momento zen para degustar sus makis y nigiris en la comodidad que permite un kimono. He de reconocer que me quedé con hambre, hubiera necesitado las riquezas del emperador de la peli de Mulan para saciar mi apetito.
País 6: La India, Taj (C/ del Marqués de Cubas, 6)
Me costó hacerme entender con los “lugareños” pero al final, conseguí transmitirles que mi concepto de “no pica” no es el mismo que el suyo. Probé el pollo tikka masala con un poco de arroz y me gustó tanto esta salsa hecha de especias y leche de coco que tuve que pedir doble ración de pan naan, que por cierto también está tremendo.
País 7: Etiopía, Nuria (C/Manuela Malasaña, 6)
Algún día recorreré África de verdad pero hasta que ese momento llegue, me conformo con tomar el polvo de pimiento rojo y mantener la dignidad porque ¡Pica muchísimo!
País 8: Argentina, La cabaña argentina (C/Ventura de la Vega, 10)
¡Ché, esto está chévere! Me encanta este país y sus habitantes (especialmente los masculinos) para qué negarlo. Podría vivir a base de carne asada y alfajores. Lo de tener la parrilla justo en la entrada de la calle me parece la mejor estrategia publicitaria de todas ¡Qué olorcito!
País 9: México, La taquería del alamillo ( Plaza Alamillo, 8)
Ni Taco Bell ni narices, es el mexicano más auténtico de la capital. Me enamoré de sus totopos (parecidos a los nachos) con frijoles y queso y el pollo de mole. Por supuesto, rematé con un cóctel margarita.
País 10: Estados Unidos, Tommy Mel´s
El mejor sitio para probar la “verdadera comida yanqui” es ir a una cadena especializada en hamburguesas y hot dogs como esta. Quizá los precios sean algo desproporcionados pero el batido de vainilla con Kinder está buenísimo.
Y así terminé la apuesta, con unos kilos demás, cero pasta pero con el honor intacto.