¿Cuál es el sexo de los ángeles? ¿A qué huelen las nubes? ¿Por qué hay gente a la que le gusta pasar el verano en Madrid? Preguntas sin respuesta e incluso carentes de lógica. No te quitan el sueño, pero te las has planteado alguna vez. Y entre ellas, también hay hueco para las más castizas, como ¿por qué a los madrileños se les llama gatos? O… ¿por qué el ingrediente principal de nuestro plato más famoso es de mar?
Sí, nuestros ancestros no hacían mucho uso de la lógica, pero eso ahora no importa, porque el resultado final apetece a cualquier hora del día. Hablamos del bocata de calamares, que es a Madrid lo que la pizza a Roma. Pero ¿adónde se remontan sus orígenes?
Los madrileños llevan disfrutando de los placeres del mar desde el siglo XVI, cuando el pescado llegaba a la capital procedente del norte de España transportado por mulas. Sin embargo, el calamar llegó mas tarde, pues los primeros peces que se servían en nuestras mesas solían prepararse mediante salazón o secado al aire, como la merluza, el bacalao, las sardinas o el pulpo. Con la mejora de las comunicaciones, los tiempos de entrega del pescado descendieron notoriamente; por lo que los gatos madrileños comenzaron a poder disfrutar de pescado fresco a partir del siglo XVIII. Aunque no hay datos exactos, es muy probable que a partir de ésa época, los calamares empezasen a hacerse hueco en la capital.
A este hecho hay que sumar la fuerte tradición católica de esos años, pues ésta prohibía el consumo de carne en época de Cuaresma o viernes de vigilia, lo que aumentó aún más la demanda de pescado. Sin embargo, el clásico y crujiente rebozado que envuelve a este cefalópodo tardaría algo más en llegar, pero cuando lo hizo, fue pisando fuerte. Los hosteleros de esa etapa se dieron cuenta de lo mucho que gustaba, por lo que el rebozado no faltaba en sus cartas. El momento de introducirlos en el pan tampoco se conoce con exactitud, pero posiblemente también se encargaron de ello los venteros de antaño.
Aunque otra de las razones (menos conocida, pero con bastante lógica) es la que explica Carlos Sotos, gerente de un restaurante experto en la materia, a Traveler. Los primeros restaurantes madrileños se remontan al siglo XX, cuando las mujeres que servían en las casas nobles de la capital (la mayoría de ellas procedentes de regiones costeras) abrieron sus propias casas de comidas, en las que preparaban platos que ya estaban acostumbradas a cocinar y que además, fueran fáciles y rentables. Ahí cobra protagonismo, una vez más, el calamar.