Hace unas cuantas noches fuimos a cenar a Nueva York, sí sí, ¡¡a Nueva York!! Y cuando acabamos nos dio tiempo de volver a nuestra casa, ponernos el pijama y dormir nuestras ocho horas rigurosas. Y todo esto por unos 35-40€ por persona. ¡Lo que leéis! La “compañía de vuelo” que hace posible todo esto se llama Restaurante Zitty (C/ Velázquez, 128) y nos hizo sentir bien desde el despegue. Si queréis acompañarnos en el viaje, tan solo tenéis que seguir leyendo:
¿Por qué Nueva York? Por su decoración y su ambiente. El restaurante está dividido en dos plantas y no esperas que sea tan grande cuando entras a la primera, con un entorno totalmente de afterwork: música más alta de lo normal, taburetes altos e iluminación discotequera. Pero al subir a la planta de arriba el local se transforma en un restaurante elegante, con olor a vainilla, falsas cristaleras que simulan vistas a rascacielos y ventanales que asoman a lo que será una terraza irresistible.
La decoración nos encantó, pero íbamos con la incertidumbre con la que vamos a este tipo de locales: ¿se habrán olvidado de la carta? No es raro que pase esto… Pero habían hecho los deberes… Y parece que son de los empollones de la clase.
Probamos el hummus con pimentón de la vera y pan crujiente de Rodilla. Yo soy fanática de esa forma de comer los garbanzos, pero mi amigo, que sueña con que algún médico le prescriba una prohibición de comida sana no lo es y su expresión fue de todo menos de disgusto.
Después tomamos la burratina al pesto con pomodorini semisequi y acabamos con todo el sentimiento de elegancia que teníamos cuando nos pusimos a mojar pan en la salsa de tomate mezclada con el pesto… Simplemente buenísima.
Luego vinieron las croquetas de jamón y las de chipirones… Nos sorprendieron las de chipirones por su suavidad y cremosidad, ya que el sabor de la tinta no enmascaraba el resto.
Los huevos poché sobre cama de boletus y “sombrero” de masa brick nos gustaron mucho. Os recomendamos no mezclar la masa con los huevos, ya que así se ablanda y están mucho mejor notando el contraste crujiente con la mezcla líquida. Eso sí, no es fácil acabar con el plato si no te ayudas de pan, porque con el tenedor acaba resbalando (aunque para nosotros no es ningún problema eso de que el pan y el plato coqueteen…).
Puede que el pad thai con anacardos (en lugar de cacahuetes) fuese lo que menos nos gustó en comparación al resto de platos porque nos pareció algo seco.
Sin embargo, el siguiente plato nos dejó muy buen sabor de boca: el magret de pato con foie sobre soubise de mango. Nunca se nos habría ocurrido combinarlo con mango y ni mucho menos con esta fruta asada. La mezcla es espectacular.
El broche final lo cerramos con un chupito de mousse de queso, una Tarte Tatin del Chef y un Coulant de Chocolate. No sabríamos decir cuál de los tres nos gustó más, lo que sí podemos decir es que nos alegró encontrar postres caseros (prueba de ello es que no pudieron ofrecernos tarta de queso porque aún no se había enfriado), ya que muchos restaurantes pinchan en el desenlace.
¡Por cierto! Estuvimos acompañados toda la cena por un Palomo Cojo que nos hizo salir del local con su misma dificultad para andar (se trataba del vino, un Verdejo con DO).
Y si no queréis ir a cenar (allá vosotros, no sabéis lo que os perdéis), podéis tomaros un cóctel, que los jueves viene acompañado de manicura. Además, hay otros días de la semana que organizan clases de inglés, costura y diferentes exposiciones de arte.
Nosotros volveremos a viajar a Nueva York… ¿Nos acompañaréis?