
Lo normal –lo esperable– en una biblioteca es el silencio, y solo un motivo de peso justifica romperlo. Pero la Biblioteca Musical Víctor Espinós (calle del Conde Duque, 11) no es una biblioteca al uso. Aquí lo que prima por encima de cualquier otra cosa es la música y la razón hay que ir a buscarla a su lema, inspirado en una reflexión de Sancho en El Quijote: «Donde música hubiere cosa mala no existiere«.
Esa máxima es la que lleva engrasando los engranajes de esta particular institución –una rara avis en Madrid y en España al tratarse de una biblioteca pública y, al mismo tiempo, especializada– desde su fundación en el año 1919.
Su ideólogo fue Víctor Espinós, la persona que le da nombre: un académico de Bellas Artes, musicólogo y crítico que quiso poner en marcha un proyecto cultural «que ofreciese la posibilidad de aprender música a la gente que no podía estudiarla por falta de recursos económicos«, explica Inmaculada Seldas, directora de este espacio desde el año 2014.

Y aunque desde sus orígenes la biblioteca ha cambiado de ubicación hasta llegar a la actual, lo que se ha mantenido inalterable es su espíritu de servicio público para hacer accesible la música a cualquiera. Por eso, en 1932, Espinós puso en marcha un servicio de préstamo gratuito de instrumentos del que se pueden seguir beneficiando los vecinos y vecinas de Madrid a día de hoy: «Ha supuesto el inicio de muchas vocaciones musicales y les has ayudado a que comiencen», apunta con orgullo Seldas.
Este convencimiento se refuerza, también, con las experiencias que les han ido compartiendo los usuarios a lo largo de los años. Hace poco, nos cuenta la directora, les visitó un músico de la Orquesta Sinfónica de Madrid que conoció la biblioteca cuando aún estaba en Imperial, donde le prestaron su primer violín. «Ahora es un músico reconocidísimo y te hace ilusión».
¿Qué instrumentos presta la Biblioteca Musical Víctor Espinós?

La Biblioteca Musical Víctor Espinós pone en préstamo a domicilio, cada año con el inicio del curso, los siguientes instrumentos: violín, violonchelo, viola, clarinete, flauta, oboe, saxofón, trompa, trompeta y guitarra. Y los únicos requisitos para poder solicitar uno son estar empadronado en Madrid y cursar estudios musicales.
Pero la música se toca también dentro de la propia biblioteca: hay cabinas de ensayo con piano, individuales, para grupos, para cantantes… y algunas tienen instrumentos de uso exclusivo para dichos espacios (violonchelo 4/4, violín 4/4, viola 4/4, contrabajo y guitarra).
Las más modernas se ubican en el torreón y están pensadas para grupos de rock (o similares) donde ponen a disposición de los músicos, entre otros, una batería y amplificadores.
La colección de la biblioteca

Además de los instrumentos, los fondos de la biblioteca cuentan con partituras, libros de metodología musical, biografías, revistas, discos… e incluso juguetes musicales que conforman en sí mismos, de algún modo, un pequeño museo.
En las vitrinas que tienen dispuestas a lo largo del espacio se pueden encontrar piezas de auténtica arqueología musical, como una caja de música del siglo XIX procedente de Ginebra (donada por los Infantes de España), un aristón –una especie de organillo de principios del siglo XX que hace sonar discos de cartón–, una cítara automática, una gramola o un magnetófono.
También hay habilitada una zona de escucha con distintos tipos de reproductores, como minicadenas: «A finales de los 50 la gente venía a usar el tocadiscos porque no se podían permitir tener uno en casa«, nos cuenta Seldas. Incluso es posible, gracias a su fondo de registros antiguos, escuchar multitud de discos de pizarra que se han digitalizado.

Otra pata fundamental para la biblioteca, como parte de su tarea de divulgación musical, es la organización de actividades como exposiciones, talleres, conciertos o visitas guiadas.
Toda esa labor no pasa desapercibida para lxs usuarixs –aquí puedes consultar cómo sacarte el carnet– que tienen la oportunidad de ver por primera vez un concierto en directo con la cercanía que brindan sus salas, de ensayar con su grupo o de iniciarse en el estudio de la música gracias al préstamo de instrumentos.
En 2017, algunxs de ellxs plasmaron su agradecimiento en un tablón que la biblioteca puso a su disposición con motivo del 85 aniversario del servicio. Uno de ellos fue Íñigo, con una honestidad de la que solo parecen capaces lxs niñxs: “Gracias por darme mi saxofón, hace que cuando estoy enfadado me desahogue aunque muchas veces me da pereza y no quiero tocarlo, pero me gusta mucho…”.

La mayoría de los mensajes son bastante emotivos (¿es posible, o siquiera deseable, separar la música de la emoción?): «Gracias por darme mi violín. Sin él no habría encontrado mi pasión por la música» o «Gracias por el préstamo que hace una casa tan musical, alegre y divertida». Pero todos se podrían resumir en una sola frase, que también se pudo leer manuscrita en aquel tablón: «¡Gracias por alcanzarnos la música!».