Mariví Vidal Villalba vuelve a sorprendernos con sus historias sobre nuestra querida ciudad. Una vez más, agradecemos que compartas con todos nosotros tus conocimientos.
Parte de la historia de Madrid no sería la misma si en el corazón de la Gran Vía no hubiera existido ese local que estuvo a la vanguardia de modas y costumbres y que sin duda marcó tendencia: EL BAR CHICOTE.
Se convirtió en un símbolo de la época y fue parada obligada de intelectuales, artistas, toreros, políticos, deportistas, monarcas… y también de noctámbulos y trasnochadores.
Su origen nace allá por el año 1931, en el nº 12 de la Avenida Conde Peñalver, lo que hoy es uno de los símbolos de Madrid por excelencia: La Gran Vía. Este es el punto de partida, pero hay que echar la vista atrás para conocer su historia.
Es el 13 de mayo de 1899 cuando la madrileña calle Limón, ve nacer a un chaval llamado Pedro, que siempre será recordado como Perico Chicote. Ya desde muy joven supo lo que era el esfuerzo y trabajar duro, como muchas familias de la época. Comenzó de la nada, para llegar a lo más alto. Empezó como mozo de mercado. Pero sus primeros contactos con el mundo que más tarde le encumbraría a lo más alto fueron en una taberna en el Mercado de los Mostrenses, sirviendo aguardiente y cazalla a los braceros que por allí se daban cita.
Con el paso de los años la sofisticación comienza a abrirse camino en su vida, y con 17 años ejercerá como ayudante de barman en el Hotel Ritz de Madrid. Completa su formación en los lugares más refinados de la hostelería como Biarritz, San Juan de Luz y San Sebastián.
Después de una sólida experiencia conseguida también en el extranjero, inauguraría su propio local. Y aquí comienza una andadura plagada de verdades, secretos, mitos y leyendas, que le harán digno merecedor de ocupar un lugar en la historia de Madrid. Es su simpatía, don de gentes, elegancia, caballerosidad, y sobre todo discreción, lo que le llevó a convertir su local en la mejor embajada de España durante décadas.
En él se dieron cita personalidades y celebridades de todos los ámbitos y ambientes. Sirva de muestra: Dalí, Jacinto Benavente, Miguel Mihura, Cela, Eisenhower, Fleming, Heminway, Sofía Loren, Gary Cooper, Frank Sinatra, Bette Davis, Ava Gadner y Grace Kelly entre otros. De ello darían fe la innumerable colección de retratos que colgaban de las paredes de su local, inmortalizando el momento.
En una de las visitas que protagonizó Sofía Loren, ésta, prendada por una de sus botellas que se asimilaba a las facciones de la diva, se la solicitó como recuerdo a Chicote. Pero éste no accedió a tal petición. De ello daría cuenta un diario italiano con el siguiente titular: “Chicote a dicho no a la Loren”.
Pero una excepción haría Chicote con el Dr. Alexander Fleming, obsequiándole con una botella de su extensa y apreciada colección. Éste en agradecimiento le escribiría: “Felicito a Pedro Chicote por tener el museo más interesante del mundo. Me dice que tiene 242 clases de whisky diferentes; ahora sólo 241, porque ha tenido la amabilidad de regalarme una. Muy agradecido Dr. Fleming”.
El mismo Miguel Mihura en una ocasión llegó a decir: “Yo había decidido nacer en Madrid, porque era lo que me cogía más cerca del Bar Chicote”.
Pero su local no sólo fue famoso por las celebridades que por allí pasaron, sino por la extensa colección de botellas, brebajes y licores más extraños y variopintos, que lo convertirían en el Museo Chicote. En 1947 en el sótano de su bar crea el Museo Chicote, llegando a contar con 20.000 botellas de todo el mundo. Como todo museo que se precie, en el se podían encontrar los más apreciados objetos de valor. Así no era extraño encontrarse un vodka que había reposado en la bodega del Zar de Rusia, e incluso bebidas de las que dieron cuenta Napoleón Bonaparte y la emperatriz Josefina. El Museo Chicote también contaba con una pieza de gran solera: una bebida holandesa que databa de 1575.
Tras varias décadas de apogeo y esplendor, y ya con la ausencia de Chicote el negocio comenzaría su declive. El murmullo de las tertulias, la presencia de estrellas, de personalidades y de los gacetilleros que se daban cita tras muchas vicisitudes y tras pasar por diferentes propietarios, el local no llega a desaparecer, aunque ya sería concebido de otra manera distinta a la de su promotor.
Es en la Navidad de 1977 cuando el destino quiso que Chicote pasara a la posteridad. Se despedía el mismo día que otro de los grandes: Charles Chaplin (Charlot). Madrid quiso despedir al “Velázquez de los cócteles”, y así le dieron su adiós quienes tantas veces le trataron. Políticos, diplomáticos, intelectuales, escritores, artistas y el pueblo de Madrid supieron rendirle un merecido homenaje que él sin duda hubiera sabido agradecer con su elegancia y discreción.
Comenzaba a forjarse la leyenda.