50 cosas que hacer en Madrid al menos una vez en la vida
Por muy madrileño que te sientas, seguro que aún hay planes de esta lista que te faltan por hacer. No pasa nada si te confunden con un turista.
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Por muy madrileño que te sientas, seguro que aún hay planes de esta lista que te faltan por hacer. No pasa nada si te confunden con un turista.
Aunque seas madrileño de pura cepa, te conozcas la Gran Vía como la palma de tu mano o sepas de memoria los cuadros del Museo del Prado (o no lo hayas vuelto a pisar desde las excursiones del colegio), a veces necesitas ayuda para saber qué hacer típicamente made in Madrid.
Puede que hayas hecho alguna más de una vez, quien se resiste a un bocata de calamares, pero otras quizás que no te suenen tanto o incluso las tengas apuntadas en tu lista de planes, es el momento de llevarlos a cabo.Aquí esas 50 cosas:
Porque más allá de las canciones que se le han dedicado, es un icono casi desde que se construyó (1778) y ha pasado de ser una las cinco puertas originales que daban acceso a la ciudad a estar en el centro de ella.
Todas las grandes ciudades tienen un parque céntrico, pero pocos pueden presumir de tener dos palacios (el de Velázquez y de Cristal) o de tener con su antigüedad: es del siglo XVII.
«Entre gritos y pitos, los españolitos, enormes, bajitos, hacemos por una vez algo a la vez». Como bien dice la letra de Mecano, esa euforia compartida es la mejor manera de empezar el año.
Y sobrevolar el Parque del Oeste y la Casa de Campo. En primavera es un espectáculo, pero cualquier fecha del año es buena para disfrutar de Madrid desde el aire.
Digno de los mejores museos, en Madrid podemos disfrutarlo de forma gratuita y sin colas previas. Además, las vistas de la cornisa del Manzanares desde el parque son las mejores.
Y rebañar los restos de yema del plato mientras observas la infinidad de famosos de todas partes del mundo, de Valentino a Bill Clinton, que tienen una foto con Lucio.
La oferta de mercadillos en Madrid es cada vez más larga y variada, El Rastro es y seguirá siendo el primero de todos.
Madrid no tiene mar pero no nos faltan pescados y mariscos de los que hacer bandera. No hay nada más típico, más sencillo y más barato, no hay sándwich que lo supere.
Y no saber cómo ni cuándo saliste. Salir de fiesta hasta que amanece en esta ciudad es tradición popular y se trasmite de generación en generación.
Además, de vez en cuando te sorprenderá alguna de las exposiciones vanguardistas que el Reina Sofía muestra en este espacio emblemático. Aunque no es el único palacio de cristal de Madrid, también está el de la Arganzuela, una joya desconocida.
Viajar, culinariamente hablando, es tan fácil como subir la calle Leganitos o justo en la parte trasera del edificio España, donde descubrirás los platos asiáticos sin occidentalizar más sorprendentes, como Wang Wang o Xiongzai.
El plan perfecto para cuando llega el buen tiempo y anochece tarde, además podrás ver a los piragüistas jugar al kayak-polo si tienes suerte.
Te guste o no este deporte, hay que aprovechar la fiesta espontánea que se organiza al rededor de estas fuentes, hay pocas ocasiones para estar tan cerca de ellas.
Ambas salas míticas de cuando Gran Vía no era solo un lugar de compras, sino un foco cultural de la ciudad.
Especialmente en otoño. Es uno de los jardines más románticos de la ciudad y los pabellones del siglo XIX y el Chalet de la Reina son de lo más misterioso. También puede que te cruces con alguno de los pavos reales que viven allí.
Incluso si no te gustan los tumultos de gente, esperar a que empiece Cortylandia y ver las caras de ilusión de los niños o recodar cuando te llevaban de pequeño no tiene desperdicio.
Esa míticas casetas azules se merecen una visita de vez en cuando. Con casi un siglo de vida (se instauron en la cuesta en 1925) estas pequeñas librerias son ya parte del paisaje castizo más típico.
Puede que lo llegues a pisar un día sin darte cuenta, ya sea porque los turistas están despistados o porque llueve, pero ya que vas a la Puerta del Sol…
¿Cualquiera? Si, el que más te apetezca. Si lleva desde el siglo XIX siendo un éxito es por algo. Aunque tienen especial fama sus napolitanas de chocolate. Merce la pena esperar si hay cola.
Esta tapa es típica de Madrid, la puedes comer en cualquier parte del España, pero las originales son de aquí.
Podríamos decir que esta calle tiene dos vidas, la de las aceras y la de los tejados, y hay que conocer ambas. Especialmente cuando Gran Vía está abarrotada de gente, descubrir en el cielo madrileño desde sus terrazas te hará sentir privilegiado.
Es el meme primigenio. A todos nos gusta amar y odiar a la vez este museo. Parece una competición de que escultura de famosos se parece menos a su original.
Tu edad no es importante, los dulces duros que te dan en la cabeza mientras aguantas el frío y el gentío son un tesoro y hay que saber valorarlo.
A los madrileños nos encantan las piscinas, porque además tenemos un agua buenísima en el que bañarnos, casi no echamos en falta la playa. Casi.
Con este cuadro pasa al contrario que La Mona Lisa en el Louvre de París, con el Guernica te sorprende lo inmenso que es y que no hay un tumulto enorme de gente intentando verlo.
Saber alternar entre tapa y cerveza es también cultura popular. Para los madrileños los bares son un tema fundamental y más en un barrio tan castizo.
Y además de disfrutar de la maravillosa colección de arte en la casa del pintor en Madrid, pasear por los jardines que el propio Sorolla tardó siete años en llevar a cabo, es un remanso de paz en la ciudad.
Comer, beber y bailar casi como si estuvieras en un pueblo, pero al final del día tienes olor a gallinejas.
Si tienes tiempo es una buena oportunidad para ver las exposiciones temporales que suelen ser de grandes artistas pictóricos.
No sabemos si cura la resaca, pero que deja el cuerpo perfecto para irte a la cama está demostrado por generaciones de madrileños.
No son las grandes atracciones, es una mezcla de emoción y tradición. Las vistas de la Casa de Campo e incluso de la ciudad son muy buenas en lo alto de algunas de ellas.
Ese pueblo anexionado a Madrid que es esencia pura de la ciudad, hay que visitarlo por algún motivo, este es uno muy bueno. Vallecas tiene su propio casco histórico, estadio, equipo de fútbol… No le falta nada.
Tienen menos detractores que las gallinejas, quizás porque huelen menos, pero hay que probarlo todo, los callos incluidos.
Ni las Listas ni las Tontas son las más conocidas, ni las más sabrosas, pero el madrileño hace orgullo de todo lo que sea de aquí.
Aunque cada tanto tiempo cambia ligeramente de ubicación, siempre está en Sol, así que no hay pérdida. Y sí, hay madroños en Madrid. Osos no.
Es fácil perderse entre tanto moderno en Malasaña, pero los clásicos no se pueden sustituir, y aunque parezca abarrotado prueba a entrar, te harán hueco.
Pero no encontrar ninguno. Aunque si preguntas a una abuela madrileña te convencerá de que sí los hay.
«Son de coco y valen poco; son de menta y alimenta» cantan los baquilleros, que cada vez son menos pero todavía sobreviven a los tiempos.
La ciudad está genial, pero hay que descansar de ella de vez en cuando y si coges la Renfe es fácil hacer una escapada.
Hacer deporte en el Retiro es en general un reto, pero para eso están los retos: para superarlos.
La foto a Cibeles y el principio de la calle Alcalá esquina con Gran Vía es una de las mejores., también puedes aprovechar para tomarte algo en la terraza mientras disfrutas de las vistas.
Aunque su fama no deja de aumentar en los últimos años, es uno de los parques menos conocidos y vas a quedar bien seguro.
Son muchos los restaurantes donde puedes comer un cocido, pero si tienes suerte y te invita algún castizo auténtico a su casa aprovecha la oportunidad.
Cada año una o como mucho dos, es una tradición que te obliga a volver para ir completando la escena. A ser posible todas del mismo tamaño.
Es de primero de turista, pero de verdad que puede quedar muy bien desde alguno de los pasos de cebra (sin ponerte en peligro).
Pararse a ver a la gente bailar desde las plantas de arriba es una experiencia que todo madrileño debe llevar a cabo.
También convalida hacerlo en El Retiro, pero disfrutar del pequeño río y su creciente fauna es un placer.
Justo antes de irte de Madrid. ¿Quién no se ha hecho una foto aquí como preámbulo de un viaje en tren desde esa mítica estación?
Desayunar, merendar o tomarte un café en cualquier momento en el Vale la pena el precio de lo que te sirvan.
Y hacerlo bien, los madrileños somos poco pejigueros con nuestras tradiciones pero nuestras abuelas guardan como oro en paño los mantones de Manila y hay que aprovecharlos.