Mi abuela todavía dice aquello de “caballo grande, ande o no ande”. La sala de conciertos Moby Dick (Avenida de Brasil, 5), emblema de la música en Madrid, sería de alguna manera lo contrario: un local diáfano, con una calidad de sonido excelente, apenas recién remodelado y, sin embargo, cargado de la atmósfera casi íntima que le otorgan sus 300 personas de aforo.
Moby Dick lleva dando guerra desde 1992. Si has escuchado historias sobre lo mal que estaban por aquel entonces barrios como Malasaña o Lavapiés, hoy ejemplos de vida cosmopolita, moderna y gentrificada, no te sorprenderá leer que el ambiente que rodeaba entonces a la mítica sala no era mucho más idílico.
De hecho, hasta que sus dueños reformaran el local con motivos marineros y paredes de madera, aquello era un prostíbulo en los márgenes del Paseo de la Castellana.
Pepe Risi, integrante de Burning, dijo una vez que “nunca habíamos tocado tan al norte”. Moby Dick era la última frontera de la música madrileña. Más allá, la nada.
Poco a poco la sala fue creciendo, haciéndose un nombre en la escena musical de Madrid, y hace poco cumplieron su cuarto de siglo. Ahí es nada. Más de 4.000 conciertos, mucha música y muchas ganas de que la música siga sonando.
Moby Dick es el refugio de la música indie sin necesidad de ir a Malasaña, aunque hay cabida para todo: soul, jazz, metal, pop, etc. Y cuando no hay nadie en el escenario, Moby Dick es uno de esos bares de copas imprescindibles, con ambientazo hasta las 6:00 de la madrugada con entrada totalmente gratuita.
Las sesiones de lo que ellos llaman Moby Clubbing, con djs invitados especialmente los sábado, se dividen en cuatro tipos: las noches de Cucumber Indie Dance (rock indie con bases electrónicas), Cosmic Party (donde suena música funk, disco o boogie), It’s my guilty pleasure party (más habituales en época navideña o verano y con temazos comerciales que no te atreves a reconocer que te encantan) y Xavalada (sesiones con djs más jóvenes enfocadas a géneros como el trap o el hiphop)
Si has vivido una de las noches de Moby Dick y sabes de lo que hablamos, sobran palabras. Si aún no has pisado una de las salas con más solera de Madrid, vas tarde.
Porque recuerda: lo mejor de Madrid no solo está en el centro.