A menos de una hora de Madrid, en el tranquilo municipio segoviano de Valdeprados, se oculta uno de los secretos mejor guardados de la Sierra del Guadarrama, La Risca del Río Moros, un desfiladero natural que sorprende por sus dimensiones y su belleza salvaje. Este pequeño cañón, esculpido durante más de 400.000 años, se alza con paredes de más de 40 metros de altura y apenas 3 metros de anchura, escondido entre encinas y rocas de gneis que le dan un aspecto casi irreal.
La Risca fue originada por la erosión del río Moros, cuyas aguas tallaron este paso estrecho y vertical que hoy está reconocido como Lugar de Interés Geológico y Patrimonio Geológico Nacional. Su peculiaridad radica en que este tipo de formaciones suelen hallarse en rocas calizas, no en gneis, una piedra metamórfica extremadamente resistente. El resultado es un desfiladero pétreo en miniatura donde el rumor del agua y el eco del viento crean un paisaje digno de foto.
Un cañón geológico en miniatura
Para acceder al cañón hay que coger el Camino de las Minas, un sendero que comienza a las afueras del pueblo. La ruta parte junto al arroyo del mismo nombre y conduce al Puente Viejo y al Puente de los Enamorados, dos enclaves con muy buenas vistas de la zona y leyendas locales. Desde allí, el sendero bordea el río Moros y asciende suavemente hasta el mirador de La Risca, un balcón de madera desde el que se domina por completo el desfiladero y la sierra de Quintanar.
El recorrido es una de las rutas de senderismo más sencillas y bellas de Segovia. Tiene unos 3 km de longitud (ida y vuelta), desnivel moderado de unos 50 metros y puede completarse en una hora y media, por lo que resulta ideal para familias o excursionistas con poca experiencia. Además, en días claros, el mirador ofrece una panorámica magnífica del valle del río Moros y de las llanuras castellanas que se extienden hacia el horizonte.
Durante el camino, se pueden observar aves rapaces, como el buitre leonado o el águila ratonera, y restos geológicos que evidencian el levantamiento tectónico que formó esta zona hace millones de años. En otoño, las encinas, robles y enebros tiñen el paisaje de ocres y dorados, convirtiendo el paseo en una oportunidad para vivir la estación en su máximo esplendor.
Una vez finalizado el recorrido, merece la pena acercarse a los Hornos de Cal de Vegas de Matute, unas construcciones del siglo XVI situados a apenas dos kilómetros. Valdeprados, además, conserva un pequeño castillo fortificado del siglo XV y la iglesia de Santa Eulalia de Mérida, dos joyas que completan la visita a este rincón lleno de historia.