Han sido ocho años de procrastinación inquebrantable. Desde que me propuse sacarme el carnet de conducir hasta que he aprobado el examen teórico me ha dado tiempo a graduarme en la universidad, encontrar trabajo e independizarme. Pero el problema no era yo, sino el método.
Cuando encontras la autoescuela adecuada todo va sobre ruedas. La mía fue autius, autoescuela en Madrid Argüelles, (calle de Alberto Aguilera, 33) gracias a la que en solo tres semanas estuve lista para enfrentarme al teórico. Así fue el proceso desde mi primer día de clase hasta el día que conseguí aprobar.
Semana 1: una autoescuela sin mesas ni sillas
El primer día descubrí que autius no es una autoescuela convencional. En vez de pupitres hay gradas, el aula es guay y el profesor (¡hola, Alberto), majísimo y con el don de hacer del código de circulación algo comprensible y, en los mejores momentos, hasta interesante.
Sentada en cómodo sillón y tomándome un café gratis abrí el sorprendente welcome pack que contenía el manual, una libreta, un boli y una caja de píldoras contra la pereza (de ahí mi asombro, claro. El prospecto de las «pastillas» todavía me hace reír).
La clase empezó sin demora: había mucho que aprender en solo seis días. Fue intenso, pero divertido; la tecnología, el buen rollo y las reglas mnemotécnicas hicieron que todo fuera fácil.
Semana 2: el téorico en seis clases
Para la segunda semana en autius ya me había acostumbrado al ritmo de las clases y había aprendido más en unos días que en años intentando prepararme la prueba teórica por mi cuenta (juro que en la universidad fui una alumna de matrícula, ¡pero esto es totalmente distinto!).
El aprendizaje no impidió que los alumnos hiciéramos piña y compartiéramos motivación, dudas, nervios y trucos. Esto fue clave para que no decayera el ánimo, algo que hasta que me apunté a la autoescuela me había pasado más veces de las que me atrevo a reconocer.
Después de cada clase de dos horas pasaba cada rato libre haciendo test a través de la app de autius: en el autobús, haciendo cola, en casa… Y de vuelta en el aula, el profesor resolvía las dudas de forma clarísima. Que te expliquen en dos minutos algo que no te entraba en la cabeza es una experiencia casi mística.
Semana 3: Las dudas, por WhatsApp
Acabado el curso teórico (por cierto, ahora lo ofrecen también online), centré toda mi atención en los test. Y cada vez que no entendía algo, en vez de desesperarme, le mandaba mis preguntas a la autoescuela por WhatsApp y en cuestión de minutos recibía una aclaración perfectamente lógica con un gesto de apoyo para continuar estudiando. Ojalá todo en la vida fuera así de sencillo.
Sesión de repaso: Un juego antes del examen
Unos días antes de la prueba, la autoescuela preparó una sesión de repaso especial. Después de poner en común nuestras experiencias, todos los compañeros nos pusimos a prueba en un juego virtual. Un poquito de competitividad sana nos fue de lujo para relajarnos y, de paso, comprobar lo preparados que estábamos para el examen (un reality check en toda regla).
El día que aprobé el téorico
Al fin llegó el momento que llevaba ocho años esperando. Después de freír el móvil del profesor con dudas de ultimísima hora y recibir muchos mensajes de ánimo por su parte (bendita paciencia), autius me mandó EL MENSAJE: «El resultado de tu prueba de hoy es APTO».
Podría decir que me fui de fiesta, que descorché esta botella de champagne largo tiempo pospuesta o que salí a bailar debajo de una fuente, pero no sería verdad. Mi celebración fue apuntarme a mi primera clase práctica. Pero esa ya es otra historia.
Foto de portada: @autiusautoescuela