
No ha habido grandes anuncios, ni marquesinas empapeladas, ni ruedas de prensa. Sin hacer mucho ruido, con discreción y humildad, ha abierto hace apenas unos días en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural Galileo (calle de Galileo, 39) la muestra gratuita de pintura Apuntes de luz, una pequeña joya que corre el riesgo de pasar desapercibida entre la inmensidad de la oferta cultural de esta ciudad.
Se trata de la primera exposición colectiva de una treintena de pintores aficionados a los que les une el amor por la obra de Joaquín Sorolla y su misma fascinación por la luz: los alumnos y alumnas del taller de pintura de la Fundación Museo Sorolla.
Entre el alumnado hay personas que han estudiado Bellas Artes, pero también otras que han encontrado en estas clases sus primeros acercamientos a un lienzo: «La gente que empieza a pintar lo hace con el nivel que tiene e intenta hacerlo lo mejor posible. Y eso siempre va a estar muy bien. Hay una idea muy equivocada con la pintura de que es cosa de genios, pero lo más importante es quitarse el miedo«, opina José Manuel Pascual, el profesor que guía las pinceladas de los pupilos de este taller desde hace 14 años.
Ese miedo también se lo tuvo que quitar Leonor Bautista, una de sus alumnas, cuando decidió apuntarse a estas clases para retomar su pasión por el arte tras haberla dejado aparcada durante tres décadas: «Nos pasa a todos, pero luego te paras a pensarlo y la primera vez que me puse unos patines yo tampoco sabía patinar», nos cuenta.
Aún así, sentir un poco de vértigo en estos momentos es inevitable, y la primera emoción que le despierta el pensar que sus cuadros –y la parte de sí misma que se queda en ellos– están a la vista de todo el que quiera mirar es un poco de pudor.
Las obras de Apuntes de luz
No obstante, a medida que avanza la conversación va emergiendo un justo y merecido sentimiento de orgullo –más colectivo que individual– hacia lo que han ido construyendo clase a clase y mañana a mañana desde los jardines y el taller del Museo Sorolla –y desde que está en obras, desde el espacio que les cede la Fundación Ortega – Marañón–.
El resultado cuelga ahora de las paredes de este centro cultural de Chamberí, donde la influencia de Sorolla no es la única que subyace en los cuadros. Hay desde una calle de Madrid que recuerda a un Hopper hasta un bodegón que parece un Cézanne –de un alumno al que no le gusta nada Cézanne–. U otro firmado por una alumna emparentada con Rosario de Velasco, a quien el Thyssen le dedicó una exposición el año pasado.
No existe diferenciación entre alumnos y profesor, que expone junto a su clase como alguien más que sigue aprendiendo. Preguntado por qué cree que es lo más importante que los alumnos se llevan de sus clases, se queda con una impresión compartida por muchos: «Que te enseña a ver, transforma tu relación con las cosas. Reeduca la mirada».
Bautista coincide y, en su caso personal, añade algo más: «Creo que todo lo relacionado con el arte, la creación, la escritura, la música… tiene un lado muy terapéutico. Entonces da igual si se te da bien o mal o si tú crees que se te da bien o mal. La cosa es que si te hace bien, entonces merece la pena«.
Fechas y horario de visita
La exposición, inaugurada el pasado domingo 2 de febrero, ocupa una única sala ubicada en la primera planta del centro cultural y se podrá visitar hasta el día 26 de este mes. El horario de apertura es de lunes a domingo de 9h a 21h.
Para quien pueda estar interesado en apuntarse al taller de pintura de la Fundación Museo Sorolla –donde, por cierto, la mayoría de asistentes son alumnas–, en esta página web se puede encontrar más información.