«Busco obra de mi tía abuela Rosario de Velasco, gran artista de los 30, hoy olvidada. La de arriba es su firma. Escríbanme a toyaviudes67@gmail.com». La biografía de Toya Viudes de Velasco en su perfil de X –antes Twitter– es un auténtico reflejo de su biografía offline: más de 20 años dedicados a dar a conocer el nombre y a recuperar la obra de la pintora que firmaba sus cuadros con el monograma RDV en tono rojizo. La misma que había sido para ella, simplemente, su tía abuela Rosario.
En la familia, recuerda en conversación telefónica con este medio, no siempre fueron conscientes de la trascendencia de su obra y durante mucho tiempo el reconocimiento se resumía en un comentario cariñoso de puertas para adentro: «Qué bien pintaba la tía Rosario». Eso pensaba Toya de su tía abuela, a quien no llegó a conocer en vida, cada vez que veía el enorme cuadro de Las lavanderas (1934) que presidía el salón de su casa familiar. Pero su interés, comenta, no pasaba de ahí.
La pintura había sido un regalo de bodas que Rosario le había hecho a su hermano Luis (abuelo materno de Toya) y con él de fondo, como un testigo silencioso –y en cierto modo, paradójicamente invisible a pesar de sus dimensiones–, se crió ella: primero decoraba la casa de Valencia de sus abuelos, después –al enviudar su abuela– la obra viajó hasta Murcia y, finalmente, entró en casa de sus padres.
La realidad a la que permanecían ajenos es que tenían un cuadro que podía integrar la colección de un museo. Y de hecho, algunos de ellos ya lo hacían: fue durante su estancia en Madrid para estudiar periodismo cuando Toya descubrió que en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía se exponía el Adán y Eva (1932) que había pintado su tía abuela.
Con ese cuadro Rosario ganó la segunda medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1932, «pero dicen las crónicas de la época que no le dieron la primera porque no había precedente por ser mujer«, agrega Toya. Simbólicamente también tiene otro valor: «Yo siempre digo que no la dejó morir del todo, porque al ganar el premio pasó a los fondos del Estado. Y de hecho me cuentan que es una de las postales más vendidas del Reina Sofía, pero nadie tiene ni idea de quién fue Rosario de Velasco».
El periplo: de Twitter a un museo
Hasta ahora, en el ámbito familiar tampoco habían sido realmente conscientes de la trascendencia de su obra: «Como familia nos estamos dando cuenta ahora de la importancia que tuvo, sobre todo en los años 30. En la Sociedad de Artistas Ibéricos, las Bienales de Venecia… Llevaban a Pittsburgh al premio Carnegie y Rosario exponía en la misma sala que Dalí», relata. «Ahí me di cuenta de que no podía dejar pasar esto».
La tarea que se le presentaba por delante, localizar la obra perdida de Rosario, no era sencilla. ¿Cómo se buscan cuadros de los que, en muchas ocasiones, no había apenas registros? Tras un par de intentos fallidos, acudió a Twitter: fue un 20 de mayo de 2023 –coincidiendo con el que habría sido el cumpleaños de la artista– y, como correspondiendo a la fecha con un regalo, la respuesta fue abrumadora: «La gente se volcó muchísimo, no te puedes imaginar lo que fue», comenta agradecida.
El llamamiento, amplificado por programas como A vivir que son dos días, medios de comunicación y usuarixs que se lo encontraban en sus timelines, consiguió lo improbable: ya no solo que aparecieran obras de las que tenía constancia, sino también otras cuya existencia desconocía. Y sigue ocurriendo: ayer, a horas de inaugurar la muestra, se localizó otra obra de la artista.
El éxito del proceso, lo tiene claro, habría sido imposible en lugar de solo improbable de no ser por «un conglomerado de voluntades»: a Cabo de Palos, el pueblo de Murcia en el que recaló Toya tras muchos años viviendo en Colombia, llegó el gestor cultural Miguel Lusarreta. Fue él quien le propuso mandarle el proyecto de una exposición al Thyssen: «Yo pensaba que no nos iban a hacer ni caso. Pero él pensó en grande y cuando hablamos con Guillermo Solana, director artístico del museo, me preguntó que por qué había tardado tanto en ir».
Rosario de Velasco en el Thyssen
Después de su muerte, y a pesar de que había conocido el éxito en vida, «nadie se puso en la labor de recuperar su legado ni hablar de ella y ahí el tiempo se la fue comiendo y su nombre se fue olvidando«, lamenta su sobrina nieta. Casi como un acto de memoria, su nombre es lo único que titula la exposición en su honor que acoge el Thyssen desde este 18 de junio y hasta el 15 de septiembre. A veces no hace falta más. Que la gente lo pronuncie, lo diga en voz alta. Que se acuerde. Y que lo relacione con su obra.
«Ya no es solo darle el lugar que merece, sino que la gente no puede perderse esto. Nunca antes se han reunido antes las pinturas de Rosario de esa primera época«, subraya. Y, para la ocasión, Toya destaca la labor de restauración que han llevado a cabo lxs profesionales del museo: «Han salido unos colores espectaculares».
Las obras proceden de colecciones familiares y privadas que han ido encontrando y de museos del mundo, como es el caso de Carnaval (1936), expuesto en el Centre Pompidou, que será la primera vez que salga de la institución. También están el Adán y Eva y El cuarto de los niños (1932-1933) –ambos en el Reina Sofía– y Maragatos (1934), en el Museo del Traje de Madrid. Y no podía faltar el cuadro que siempre ha estado, Lavanderas, que por primera vez sale del ámbito familiar de los de Velasco.
Una sección de la exposición se dedica también a sus ilustraciones, de las que han reunido cerca de una treintena: «Ella ilustró la primera edición del libro Cuentos para soñar (1928) de María Teresa León, eran muy amigas. Y hemos encontrado los dibujos en Burgos».
Cronológicamente, para esta primera exposición se han querido centrar en la primera etapa de su obra, que va desde los años 20 hasta mediados de los 40 del siglo pasado. «Aunque ella estuvo pintando hasta prácticamente dos años antes de su muerte. Mi idea es que esa obra más tardía se exponga más adelante, ahora tenemos más de 300 y pico cuadros localizados».
Rosario, que siempre tuvo el apoyo de su familia para dedicarse a la pintura, tuvo de maestro a Fernando Álvarez de Sotomayor, director del Museo del Prado. En esta primera etapa que mostrará la exposición desarrolló un estilo que, en palabras de los entendidos, ejemplifica el denominado «retorno al orden» en España: «un movimiento paralelo a la Nueva Objetividad alemana y al Novecento italiano, con un estilo que supo combinar tradición y modernidad».
Echando la vista atrás, Toya hace la siguiente lectura del proceso: «Hay mucha gente mayor que conoció a Rosario o familiares con los que no tenía contacto y que a raíz de esto me han hablado de ella. La vida me ha regalado una oportunidad: aunque no la haya conocido en vida lo estoy haciendo ahora a través de esos testimonios, de la hemeroteca y de su pintura«.
A la pregunta de cómo le gustaría que se recordase a su tía abuela, responde: «Como la grandísima mujer artista que fue. Creo que debemos un reconocimiento especial a todas esas mujeres de esos años que lucharon tanto y que abrieron el camino«.
Después de su paso por el Thyssen –donde se instalará tras la exitosa exposición dedicada a otra pintora madrileña, Isabel Quintanilla–, la muestra podrá verse en el Museo de Bellas Artes de Valencia del 7 de noviembre de 2024 al 16 de febrero de 2025.
Entradas
El precio de la entrada general es de 13€ y de 9€ en el caso de la reducida (para mayores de 65 años y estudiantes). Visitar el museo es gratis los lunes y los sábados por la noche, para todos los públicos. Puedes consultar todas las tarifas en este enlace.