
Todo comenzó en Carabanchel hace un cuarto de siglo. En la calle Doctor Urquiola 23, Juan Francisco Carretero y Ana Valeriano abrieron un local que se convertiría en idea revolucionaria para el mundo de la comedia: La Chocita del Loro, el primer lugar de Madrid dedicado exclusivamente a los monólogos, a la risa y al humor.
Este concepto pionero que hoy cuenta con dos locales repartidos en diferentes barrios de la ciudad (Calle Gran Vía, 70 y el ya mencionado de Carabanchel) sigue saciando las ganas de reír de los madrileños y catapultando humoristas. No en vano, por sus escenarios han pasado (y han crecido) nombres como Hovik Keuchkerian, Ángel Martín, Eva Hache, Goyo Jiménez, David Cepo, Eva y Qué, Agustín Jiménez, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Juan Dávila, Dani Mateo, Miki Nadal…
Del origen en Carabanchel a los cines Pompeya en Gran Vía
«En Carabanchel abrimos un local en el que venían a tocar Nancho Novo, Pepín Tre, La Banda… pero al año y medio nos dimos cuenta que abrir otro escenario musical en una ciudad como Madrid, con varias salas consagradas, era complicado. Entonces, mi marido se preguntó por qué no dedicarlo todo a la comedia. A los cinco años ya estábamos abriendo nuestro segundo local en la calle Hermosilla».
Quien habla es Ana Valeriano, actual administradora de los locales de La Chocita del Loro y viuda del fundador, Juan Francisco Carretero. A él dedica todas sus palabras: «Era una mente muy creativa, muy constante, ideólogo de todo esto. Hace 25 años iniciamos este proyecto y ahora, caminamos hacia los próximos 25. Por él».
El primer espacio dedicado únicamente a los monólogos de humor de todo Madrid supuso un cambio también para el público: «Devolvimos muchos importes de copas e invitamos a salir de la sala a otros tantos. El público tuvo que aprender que iba a entrar en un local para escuchar, durante una hora, a una persona contar chistes (que luego esto fue evolucionando de manera natural hacia el monólogo). Tuvimos que creer mucho en el producto y en lo que queríamos hacer para continuar. Se notaba que la gente quería reírse y notamos mucho apoyo», continúa Ana.
Tanto es así que en Madrid llegó a haber hasta cuatro Chocitas abiertas (Carabanchel, Hermosilla, Gran Vía y la Sala 2 de Gran Vía). El de Hermosilla, acabó cerrando para dar paso al local de la avenida de Brasil, actualmente abierto. Otro éxito más en otro barrio de Madrid. Y todo gracias al boca a boca: «La Chocita siempre ha funcionado así y es la mejor publicidad que hemos podido tener».
La historia de Gran Vía nace, como la de Carabanchel, de un sueño: «Estábamos comiendo en la terraza de un restaurante en Gran Vía, justo enfrente de lo que ahora es La Chocita del Loro y decíamos: ‘¿te imaginas?’. Al año, lo conseguimos. Fue una absoluta prueba de fuego porque ni siquiera sabíamos si teníamos la capacidad y la experiencia para estar en la calle de los espectáculos…», recuerda Ana.
Ese lugar al que miraban con anhelo desde el otro lado de la Gran Vía era el Cine Pompeya, inaugurado en 1949 cuyo sótano guardaba la sala de fiestas Melodías. Cuando cerró en octubre de 1998, La Chocita del Loro entró a transformarlo en café espectáculo.
Laura Sánchez Vegas, actual directora de La Chocita, era por entonces jefa de ventas del Hotel Senator (propietarios del espacio): «Esta era la sala de eventos del hotel y recuerdo el estrés de la apertura, ¡no teníamos ni taquilla y el primer día el equipo de sonido acabó ardiendo!», dice entre risas. Esa noche actuaron Miguel Iribar, Juan Solo y Salomón.
El triunfo de las veladas de humor en La Chocita del Loro de Gran Vía fue tal, que también abrieron la sala de fiestas situada bajo el patio de butacas del teatro. Así nacía la Sala 2, anécdota incluida, claro.
«Un día, estando yo en puerta recibiendo a los clientes, un señor que caminaba por la Gran Vía se paró y me comentó que había ‘debutado’ aquí cuando era joven y me pidió, por favor, ir a ver la sala Melodías. Le hice el favor pidiéndole que fuese respetuoso ya que justo estábamos en plena sesión… La cuestión es que cuando salimos, uno de los chicos del equipo que se cruzó con nosotros me dijo: ‘Laura, ¿sabes quién era ese? Andrés Pajares‘», comenta Laura.
En 25 años de historia, esta es solo una de las anécdotas que surgieron entre sus paredes. De hecho, Ana Valeriano se casó aquí, en el escenario del antiguo cine Pompeya con Juan Francisco Carretero, rodeados de amigos, familiares y monologuistas de la casa.
Es más, hay quien se puso de parto entre carcajada y carcajada e, incluso, algún que otro humorista conoció al amor de su vida en estos escenarios (como ocurrió con Álvaro Seko, Rubén García o Goyo Jiménez): «una buena risa es perfecta para romper el hielo por eso muchas parejas nos eligen para su primera cita«, dice Laura.
Los humoristas de La Chocita del Loro
¿Cómo llegan los cómicos a los escenarios de La Chocita del Loro? Para empezar, cada mes, se celebra un «Open Mic», una oportunidad de que debutantes prueben suerte y cojan tablas y de que veteranos prueben nuevos textos durante unos 10-12 minutos. Eso sí: «Es el público quien elige, con su risa, quién pasa la prueba y quién no». La gente puede apuntarse contactando al mail informacion@lachocitadelloro.com.
Cuando preguntamos por los requisitos o consejos para presentarse a estas sesiones, Ana recomienda: «el humor no tiene edad, no tiene sexo ni color. Pero el humor hay que tomárselo muy en serio. Hay que trabajar mucho y creer mucho en uno mismo».
Lo cuenta quien ha visto cómo clientes habituales de La Chocita del Loro, pasaban del patio de butacas al escenario, como el propio Juan Dávila (asiduo a La Chocita de Hermosilla y que apostó, en un momento dado, por agarrar el micro y probar suerte): «Es muy trabajador, muy tenaz. Ha creído mucho en él», dice Valeriano.
De retos y futuro
Hubo dos momentos en la historia de la ciudad que ensombrecieron las risas durante una temporada. Por un lado, los atentados del 11M; por otro, la pandemia. «La gente guardó su luto y todos quedamos muy tocados. Hubo cierto tiempo de adaptación hasta que notamos la vuelta progresiva del público y cómo iban teniendo ganas de volver a reír…», rememora Ana Valeriano.
Porque La Chocita del Loro se ha convertido en una suerte de termómetro del estado de ánimo de la ciudad. La risa es terapéutica y marca esos puntos de inflexión cuando se necesita un cambio, un olvidarse de todo aunque sea por una hora.
«La Chocita consiguió convertirse en referente para la comedia en estos 25 años… Fue una aventura muy bonita y, ahora, tenemos que subir un peldaño más y descubrir qué nos aguarda. Tenemos entre manos dos proyectos que, de momento, no podemos adelantar. Pero el objetivo es seguir trabajando la cercanía, el tú a tú, esa relación directa entre público y actor«, concluye Ana.