Llegamos al verano con el entusiasmo a flor de piel: sol, chute de energía, planes al aire libre… y momentos que generan buenas sensaciones. Con el fin de trasladar el buen buen rollo que trae el verano a un universo inmersivo, Dopamine Land se convierte en una vivencia multisensorial que lleva al origen de la felicidad. Tal es así, que ya han disfrutado de la experiencia más de 13.000 personas. El próximo 30 de junio cerrará sus puertas dejando atrás un éxito arrasador y prometiendo felicidad y dopamina hasta entonces.
Inaugurado a principios de este año, ha generado comentarios entre los asistentes que demuestran que Madrid tiene un lugar dedicado a hacernos felices. Literalmente: «Desconectas, disfrutas como un niño», «Dopamine Land fue una experiencia maravillosa, volví a ser niña y disfruté muchísimo. Te hace desprender dopamina por todas partes. Repetiré seguro», «Muy divertido, el personal se esmera en que tengas una buena experiencia, desde el principio hasta el final»… son algunas de las valoraciones de los asistentes que, por una vez, han vuelto a su sueño de la niñez.
Pero, ¿cuáles son sus secretos? ¿Cuál es el origen de su éxito? Te lo contamos:
Se trata de un viaje inmersivo en el que el espectador irá recorriendo e interactuando con las distintas salas que alberga Dopamine Land. La dopamina es la sustancia que segrega el cerebro cuando recibe un estímulo de placer y se manifiesta en distintas áreas del cerebro.
Del mismo modo, se distribuyen las distintas zonas de Dopamine Land, diseñadas para sentir la felicidad en diferentes y sorprendentes intensidades. Para empezar, con un nombre tan sugerente como irresistible: ‘Candy Zone’, una sala pensada para el hermoso oficio de divertirse usando los 5 sentidos.
‘Bubble Paradise’ es un espacio diseñado para volver a la infancia. Un microuniverso colmado de luz donde el visitante será tentado con una pistola de burbujas para conectar con la parte infantil que todos llevamos en nuestro interior.
En la sala ‘Infinity Area’, la atracción se centra en efectos visuales, luces y proyecciones en movimiento. El juego inmersivo consiste en tratar de encontrar la salida saltando de plataforma en plataforma, una experiencia inmersiva recreada con tecnología audiovisual puntera.
Tras esta fase, el visitante recala en el espacio ‘The Digital Forest’, una sala donde se realizan proyecciones en bucle, amplificadas con espejos, para crear una sensación envolvente que nos retrotrae a la naturaleza de la infancia, los mismos paisajes que se fijaron en la retina del niño que fuimos por su voluptuosidad y salvajismo.
El siguiente reto se traslada a las papilas gustativas en el ‘Pop Corn Box’, una singular fábrica de palomitas donde se crea el aroma y el sonido del maíz explotando. Aquí el sentido del gusto sale engrandecido gracias a las cajas de palomitas (estas son reales) como suculento regalo antes de la despedida.
Dopamine Land recupera uno de los placeres para nada culpables de la infancia: la guerra de almohadas. El final de este viaje a las emociones no tiene desperdicio: el visitante podrá dedicar los últimos minutos al noble arte de aporrearse en una sala acogedora y acolchada en la sala ‘Pillow Fight’.
Como colofón, ‘The Smile Room’ es una sala pensada para dejar tu huella: coge un rotulador y escribe tus sensaciones en esta suerte de isla. Si esto no es felicidad, que se lo pregunten a todas las familias que quieren volver a Dopamine Land.