Si queremos entender en qué consiste esta increíble experiencia, lo primero es saber que dopamina es la sustancia que segrega el cerebro cuando recibe una señal de placer, de relajación o de satisfacción.
Así se presenta Dopamine Land, una suerte de viaje multisensorial al origen de las emociones, que está a punto de llegar a Madrid. Si quieres convertirte en uno de los primeros en probar esta insólita experiencia, compra tu entrada ahora.
La dopamina se manifiesta en distintas áreas del cerebro y, en cada una de ellas, juega un papel diferente. Tal y como sucede en las distintas salas de Dopamine Land, diseñadas para sentir la felicidad en distintas fases e intensidades.
Para empezar, Bubble Room es un espacio diseñado para volver a la infancia. Un lugar luminoso donde reina un vinilo que simula un enorme cielo azul repleto de pompas y donde el visitante encontrará miles de burbujas de plástico para explotar con sus propias manos y pistolas de las que emanan miles de pompas de jabón.
En la sala El suelo es tu enemigo, la atención se centra en un espacio colmado de luces, efectos visuales y proyecciones en movimiento. El reto inmersivo consiste en tratar de encontrar la salida.Una experiencia que roza la realidad gracias a una tecnología audiovisual de última generación.
Más adelante, nos encontraremos con el espacio Soy un junco, una sala donde se realizan proyecciones en bucle, amplificadas con espejos, para crear una sensación envolvente que nos retrotrae a la naturaleza de la infancia, los mismos paisajes que se fijaron en la retina del niño que fuimos por su voluptuosidad y salvajismo.
A continuación, la concentración se traslada a las papilas gustativas en el Popcorn Room, una suerte de fábrica de palomitas donde se crea el aroma y el sonido del maíz explotando. Aquí el sentido del gusto sale engrandecido gracias a las cajas de palomitas (estas son reales), dulces y saladas, a modo de regalo de despedida.
¿Y qué sería de una niñez desprovista de guerra de almohadas? Una desdicha. Por eso, Dopamine Land dedica su traca final al noble arte de aporrearse en una sala acolchada, suave y blandita. La infancia misma.