El mundo se termina en los confines de la estación de Chamartín. La separación entre las paradas de metro se antoja infinita, las calles carecen de alma y hasta la gentrificación mira hacia otros barrios. El norte de Madrid es casi un páramo cultural.
Cerca del hospital Ramón y Cajal, el principal reclamo para quienes sobrepasan la frontera ferroviaria de Chamartín, se levanta una fábrica colosal abandonada hace siete años. Está en la avenida del Cardenal Herrera Oria número 67, muerta de risa. Su potencial, tan grande como el edificio mismo, está intacto.
Después de varias idas y venidas de la Administración, se ha decidido que la fábrica será «el Matadero del norte». Estas son las palabras exactas con las que se ha presentado un proyecto ambicioso y esperanzador que podría dinamizar la zona con una amplia oferta cultural y ocio nunca antes disfrutada por estos lares.
Un edificio industrial emblemático del siglo XX será la nueva casa de la cultura en el norte de Madrid, con un espacio interior de casi 38.000 metros cuadrados que contiene elementos dignos de ver, como la fachada, las naves centrales y los forjados.
La fábrica está en un solar de aproximadamente 40.000 metros cuadrados, donde se construirá una Ciudad de la Medicina con residencias para los estudiantes del hospital. Allí mismo habrá también oficinas y apartamentos turísticos. El proyecto incluye también la ampliación del apeadero de la estación Ramón y Cajal para conectarla con el nuevo espacio cultural a través de una pasarela.
El «Matadero del norte» tardará en abrir al público nueve meses, como mínimo.
Una fábrica ideal, pero sin propósito
La fábrica que albergará el gran centro cultural perteneció a la compañía Clesa hasta 2012, año en que la empresa entró en concurso de acreedores y echó el cierre a sus instalaciones.
Estuvo a punto de ser demolida en varias ocasiones. El Colegio de Arquitectos deliberó acerca de sus posibles usos y en 2015 el Gobierno de Madrid decidió recalificar la parcela para convertirla en suelo residencial.
El edificio terminó en manos de otra compañía privada, Metrovacesa, que no había realizado ninguna operación sobre ella hasta la fecha. Finalmente, el Consistorio ha llegado un acuerdo con la empresa para que la fábrica sea pública. Más o menos la mitad de la superficie será propiedad municipal, y allí es donde se instalará el «Matadero del norte». La otra mitad, destinada a la residencia para estudiantes de medicina, las oficinas y los pisos turísticos, seguirá perteneciendo a Metrovacesa.
Foto: COAM