Había pocos sitios de Madrid en los que encajara mejor la apertura del flamante Hard Rock Hotel Madrid. Pleno Triángulo del arte. Es incluso normal que, entre el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen, se erija un hotel cuya compañía atesora hasta 86 mil piezas de memorabilia –colección de recuerdos musicales– y cuya apertura pretende no solo servir como lugar de estancia para turistas, sino convertirse en referencia del ocio y de la gastronomía para los madrileños.
Y para ello, su llegada a Madrid llega acompañada de la apertura de varios espacios gastronómicos. Música, arte, cultura, arquitectura y, por supuesto, gastronomía.
Primero, un lobby bar llamado GMT+1: un lugar con mucha luz natural y al mismo tiempo de aspecto íntimo –con aforo para 30 personas. Este lobby bar está en el corazón del hotel y sobre el techo cuelga la escultura gigante de una guitarra española deconstruida. Tapas, cócteles o cafés que sirven como antesala para el Sessions Restaurant.
Desde Hard Rock Hotel Madrid definen este espacio como el “restaurante insignia”. Aquí la experiencia es completa y absoluta. No se descuida ningún detalle y por supuesto tampoco el musical: las listas de reproducción que suenan mientras comes se han creado con compositores, músicos e historiadores de música.
Al respecto de lo que protagoniza el plato, la apuesta también apunta a la calidad. La cocina española contemporánea se mezcla con otros sabores internacionales y todo ello se armoniza por obra y gracia del veterano y ecléctico chef Juan Hely Pérez Moreno. 20 años tras los fogones le han valido para diseñar una carta ecléctica y equilibrada.
Al restaurante y al lobby le acompañan otros espacios como el Green Room, un espacio exclusivo que abrirá en septiembre en el que 6 personas podrán comer un menú hecho a medida, o el Roxy Garden, al aire y libre solo disponible con reserva. Pero la joya de la corona y el espacio llamado a convertirse en lugar emblemático es RT60, una azotea con bar, DJ y vistas de 360 grados.
En las paredes el recuerdo constante de dónde estás es evidente: una guitarra acústica de Antonio Vega o las botas de David Bowie. Todos los elementos son detalles que nos acercan irremisiblemente a una conclusión: estás en el museo del rock and roll, en un hotel que no es de paso.