Todos conocemos a alguien que no sabe leer ni escribir. Que son, en el sentido literal del término, analfabetos. En la Comunidad de Madrid hay exactamente 50.282, según el INE (Instituto Nacional de Estadística).
Recuerdo el día en que descubrí que mi abuela era (semi)analfabeta. Estábamos en un restaurante y, como quien aspira a entretenerse con algo, empezó a leer en alto la carta. Lo hacía a duras penas, trabándose y como si fuera un juego, sin entender mucho lo que leía.
No me podía creer que alguien que viviera en la era de las telecomunicaciones estuviera tan incomunicada ante un puñado de palabras escritas. Como mi abuela, la mayoría de esa lista son personas en torno a los 70 años, mujeres mayoritariamente. Y sin embargo solo 1 de cada 3 cursa algún tipo de estudio que le permita dejar de serlo.
La red de Centros de Enseñanzas para Adultos (CEPA), con 69 centros en la región, es la responsable de gestionar lo que para algunos es una «vuelta al cole», sin anuncios de televisión empalagosos, y, para otros, lo más cerca que han estado nunca de la enseñanza.
La mayoría de estos nuevos estudiantes tuvieron que elegir entre trabajar y comer o ir a la escuela y morirse de hambre. También hay inmigrantes, algo más jóvenes, que carecen de los conocimientos de español más elementales, o jóvenes españoles que por alguna razón abandonaron su formación y han decidido reengancharse.
Todos ellos, con sus marcadas diferencias y una reducción del presupuesto de la Comunidad de 57,7 millones de euros respecto al 2009, se mezclan en dos niveles: el Inicial I (lo que equivaldría a primero, segundo y tercero de primaria) y el Inicial II (cuarto, quinto y sexto de primaria).