Para María José Llergo (Pozoblanco, 1994) tan importante es cantar como contar. Desde pequeña aprendió, de la mano de su abuelo Pepe y al compás del escardillo, a llenar su voz de cosas importantes: las que lo eran para ella. Cosas como la música, sí, pero también otras como la justicia social o, ahora, mensajes que quiere lanzar al futuro, a lxs que ya mismo vienen: «que mis vecinitos, mis primitos pequeños, sepan que igual que yo ellos pueden realizar sus sueños aunque vengamos de un contexto superhumilde».
Aunque tiene los pies muy en el suelo, ella se define como un ave migratoria («si me paro muero», canta en una de las canciones de Ultrabelleza, su último álbum). Y en cierto modo es, también, un ave extraña que evoca otro tiempo y cuya supervivencia, en un mundo que a veces no entiende, depende de mantenerse fiel a esa «verdad» que hace de viento bajo sus alas.
Quedamos con ella en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII, donde dará un concierto este 10 de julio en el contexto de Noches del Botánico, y confirmamos una intuición: escucharla es un bálsamo. Sentada bajo uno de los árboles, y con la misma naturalidad con la que lo hace todo –cantar, hablar o interrumpir su discurso en los Goya para saludar a Penélope Cruz–, no duda en levantarse a por su móvil para grabar a un grupo de patos que pasa a nuestro lado.
¿Qué es lo que más te inspira?
La pureza de los animales me inspira muchísimo. Me gustan porque no tienen doblez: si quieren estar contigo están y si no, no. No te mienten.
Y también a veces la naturaleza humana, porque no comprendo muy bien al ser humano. Entonces intento comprenderlo y plasmar ese conocimiento en canciones. Esas dudas, esas preguntas… La contradicción del ser humano me parece fascinante.
Has hablado en alguna ocasión de que muchos de tus referentes están en el pasado, ¿a qué artista te hubiese gustado conocer?
A La Niña de los Peines, sin duda. Le hubiera hecho tantas preguntas… Porque ella era una mujer muy empoderada, fue la reina del flamenco en una época donde ser mujer y gitana era muy complicao’. Encima ella triunfó y a día de hoy se la conoce como referencia pura y dura de lo que es el flamenco, a nivel internacional también. Y no sé, para mí es como nuestra Billie Holiday.
Me hubiera gustao’ tener su consejo a la hora de llevar a cabo mis propias decisiones y autodeterminación. Sé que hubiera sido muy esclarecedor para mí tener una referencia como esa cerca. Y a ver, si nos ponemos a desear, también a Nina Simone [risas].
¿Y a algún o alguna artista actual?
Sí, Beyoncé.
¿Qué pensaría la María José pequeñita de la de ahora?
Buah… Jo, es que cuando yo era pequeña lo veía todo tan lejos y tan difícil que pensaba que nunca jamás iba a llegar. Es como quien camina en la dirección de una estrella: que camina siguiendo su luz, pero sabe que jamás podrá tocarla.
Y yo siento que estoy tocando mi propia estrella: estoy conectada con mi música, con mi arte… y eso es lo que me mantiene aquí y en conexión con los demás. Y encima puedo pagar mi mes de hipoteca de lo que yo canto. Soy muy feliz, no sé, creo que la María José pequeña estaría orgullosa.
De lo que más orgullosa estaría es de que no me he rendido nunca, por muy difíciles que fueran las circunstancias. Muchas veces no era ni luchar por la música, era luchar por la propia vida en sí. Y siempre he tenido a las personas adecuadas cerca que me han recordado lo que significa mi camino y me han querido de forma incondicional por lo que yo soy, que eso también es muy importante.
¿Qué es para ti el éxito?
El éxito es dormir en paz todas las noches, sentir que puedes morir en paz porque realmente estás viviendo en paz. Con mucho trabajo, mucho trasiego, muchas ciudades por semana –esta semana llevo cuatro ciudades–, pero con la calma de ser mejor persona que ayer.
Has bautizado tu último álbum como Ultrabelleza, ¿cómo la definirías?
Para mí la ultrabelleza es la celebración del mundo en el que vivo, tan diverso, lleno de multiculturalidad, lleno de seres humanos distintos de los que aprender. Y me conecta con el lado bonito de nuestra sociedad.
Sé a día de hoy que de todo ser humano puedo aprender algo, por eso me gusta celebrar eso en este disco. Me entusiasma el ser humano aunque a veces me da miedo, también. Pero bueno, igual ese es el aprendizaje.
Una de las canciones se llama Superpoder, ¿cuál crees que es el tuyo?
Mi superpoder es mi hipersensibilidad. Muchas veces se condena mucho la sensibilidad como algo malo, como si las personas sensibles fuesen débiles… Y para mí una persona sensible es superfuerte. Porque no hay nada más fuerte que reconocerte vulnerable.
También está muy presente en el disco la idea de volar…
Para mí volar no es tener éxito y convertirme en una superfamosa. La fama para mí no tiene nada que ver con el éxito, siempre he preferido el prestigio.
Volar para mí es trascender y yo lo que hago en Ultrabelleza es usar el término volar para anticiparme un poquito a algo que me da terror, que es la muerte de mis abuelos, y la idea de que me pille en el escenario, lejos, y no poder acompañarlos en ese último viaje.
Para mí volar es “poder tocarte aunque sea un instante cuando te reclame el cielo”, como en Aprendiendo a volar. Es poder tocar la estrella de mis abuelos cuando los reclame el cielo, poder darles un besito y volver a la Tierra y seguir cantando.
¿Cómo te gustaría que te recordasen?
Como una buena persona que hacía canciones bonitas, que hacía arte con su máxima exigencia en cuanto a calidad, en cuanto a puesta en escena y con un directo genial [risas].
Eso es lo que quiero dejar y es por lo que me esfuerzo cada día: por darle al espectador canela en rama y por estar a la altura del público, que para mí es lo que le da sentido a mi vida.
Hablas mucho y muy bonito siempre de tu abuelo Pepe, ¿qué es lo más importante que te ha dado?
Me dijo cuando yo empezaba en esto: “María José: canta, cobra, pero no te vendas”. Esa es la lección de vida más importante que llevo en mi corazón.
Me dio la noción de que una cosa es el contenido y otra el continente: que tú puedes tener una voz muy bonita, pero que suene a vacío, y que yo la tengo que llenar de las cosas que yo creo que son importantes.
Y que nadie se metiera en lo que yo tenía que decir: que fuera yo misma quien tuviera mi propio discurso y mi propia autodeterminación en cuanto a mensaje y creo que eso es lo que me hace ser yo misma en un escenario.
¿Sientes que te has mantenido fiel a esos principios? Te habrás encontrado contradicciones en el camino…
Claro, es muy complicado estar en una industria musical y mantener esta premisa. Pero es que me parece no perder el sur, no perder mi tierra, mi raíz… Y un árbol que tiene una raíz fuerte puede crecer alto, sin miedo a romperse.
Por supuesto que te encuentras dentro de contradicciones, de intereses… Da miedo muchas veces no saber de quién fiarte, porque hasta la persona que tú más quieres y en la que más confías se ve tentada por la cosa turbia que también tiene la industria. Pero para mí venir de donde vengo me da mucha claridad mental y me hace tomar decisiones desde un punto que no entiende de intereses ni de apariencia, sino que se centra en la esencia.
Y hay algo dentro de ti que cuando te haces a ti mismo una pregunta te responde automáticamente: tú sabes un sí o un no dentro de ti. Hay que escucharse mucho, quererse mucho, conocerse mucho y tener la valentía de poner tus propios límites, que es una cosa que yo he aprendido. Y saber cuál es tu rumbo.
Me da la impresión escuchándote hablar, y también pensando en letras como la de Visión y Reflejo, de que la bondad es un tema recurrente e importante para ti. ¿Lo pone el mundo cada vez más difícil para ser bueno?
Sí, muchas veces se subestima a las personas buenas cuando ser amable en un mundo tan hostil cada día cuesta más. Es mucho más fácil responder con agresividad que responder con serenidad. Ser bueno no significa acceder a todo o complacer, no tiene nada que ver.
Se puede tener una autodeterminación sin que nadie muera en el intento, se pueden dar noes sin herir a nadie, se puede elegir tomar tus propias decisiones sin arrasar con todo lo que tengas alrededor.
Para mí tiene mucho más sentido y es lo que me permite dormir tranquila por las noches.
¿Qué significa para ti ser buena persona en 2024?
Buena pregunta… Pues ser buena persona significa hablarte con amor a ti mismo. Y por lo tanto hablarle con amor a los demás incluso cuando te lo ponen difícil.
Otro tema también que está bastante presente en tus letras es la fe y la religión. ¿Cómo es tu relación con la espiritualidad?
Yo tengo una forma muy mía de creer en Dios. Para mí conectar con Dios es conectar con la naturaleza, conectar con el corazón de la gente, conectar con la música. Es que yo aprendí a rezar cantando, para mí cantar es rezar. Y tengo una forma de ser muy espiritual: mis relaciones son superprofundas, la verdad.
Pero para mí es más fácil creer en el amor incondicional, el amor en sí, antes que en la Biblia, por ejemplo. Aunque no lo desprecio. Cada día comprendo y valoro más a las personas creyentes que tengo a mi alrededor. Me inspira y retroalimenta mi forma propia tan personal de creer en Dios.
Desde que empezaste has apelado siempre mucho a tus raíces, a una cultura con mucho arraigo histórico… ¿Cómo encuentras la manera de reivindicar todo eso sin caer en la romantización o la nostalgia?
Porque la nostalgia te ancla en el pasado y yo tengo claro que soy un puente entre el pasado y el futuro. Todos los seres humanos estamos conectados con nuestra procedencia, pero vamos a alguna parte y queremos dejar algo. A mí me gustaría que quien viniera a lo que María José dejó encontrara un jardín hermoso, con muchas flores y mucha vida y estuviera a gusto, feliz. Ese creo que es mi legado.
Y a la misma vez sé que lo que nos viene es increíble y que el ser humano está cambiando todo el rato, creciendo todo el rato, siendo mejor cada vez y tengo mucha curiosidad por conocer el futuro. Me encantan las generaciones más pequeñas que yo, porque me inspiran mucho y sé que van a ser muchísimo mejores de lo que yo soy.
¿Ha habido algún punto en el que te plantesases dejarlo?
Sí, claro. Es que es muy duro. O sea yo soy muy feliz haciendo lo que me gusta y cuando llego al escenario compruebo que hay personas preciosísimas escuchándote y cuando las ves emocionadas con lo que haces todo tiene sentido, pero hasta que llega ese momento es tan duro… Muchas veces estás sola en un hotel en una ciudad cualquiera del mundo y no entiendes muy bien el propósito.
He tenido momentos en los que he dicho: ¿Y si paro aquí? Si es maravilloso ya todo, puedo parar y tener una vida normal y estar en mi cama dos días seguidos y cocinarme, tener rutina… Pero yo siento que mi naturaleza es de ave migratoria y de nómada, entonces sé que me aburriría y que me faltaría esa autorrealización. El momento de conexión con el público lo llena todo tanto que le da sentido.
Entonces he aprendido a tener paciencia. Antes no era tan paciente. Antes era en plan «si me siento triste es porque algo no funciona». No, sentirse triste forma parte del camino… y salen muy buenas canciones de ahí también.