Marivi Vidal Villaba vuelve a colaborar con nosotros y lo hace, como siempre, descubriéndonos anécdotas que nos demuestran que cada día podemos descubrir un secreto más de nuestra ciudad:
En la casa más estrecha de Madrid vivió durante 18 años uno de los más grandes e ilustres literatos de todos los tiempos y madrileño universal: Don Pedro Calderón de la Barca.
Un hecho significativo en su intensa vida le lleva a trasladarse definitivamente a Madrid en 1621. Ese año es designado por Felipe IV como capellán de honor, en reconocimiento a la extraordinaria calidad de sus obras teatrales, lo cual le obliga a fijar su residencia en Madrid.
Residirá en el conocido y espléndido Barrio de las Letras de Madrid y convivirá con ilustres vecinos y colegas de la época como Cervantes y Quevedo.
Calderón de la Barca se instalará en el actual número 61 de la Calle Mayor. Cuando el ilustre morador se aloja en la vivienda allá por 1621, ésta se ubicaba en la calle, por entonces conocida como Platerías, ya que en ella se asentaban quienes ejercían el oficio de plateros. Algo muy propio de la época era que las calles se denominaran según el gremio que en ellas se asentaban.
La casa se edificó a mediados del siglo XVII por el arquitecto Manuel del Olmo. La vivienda estaba delimitada con el número 4, de la manzana 173, frente a la Iglesia del Salvador.
Dato curioso que conviene señalar, es que la casa pertenecía al Patronato Real de Legos, o lo que es lo mismo a la Capellanía de la Capilla de San José de la Iglesia del Salvador. Este patronato sería fundado por Doña Inés de Riaño, abuela materna de Calderón de la Barca.
Fue voluntad de Doña Inés, que al frente de la capellanía estuviera un miembro de la familia. Junto con la dirección de la misma, uno de los beneficios que comportaba, era el derecho a disfrutar de la vivienda.
De la Capellanía fundada por su antecesora se haría cargo el escritor, que compatibilizó con la distinción otorgada por Felipe IV como “Capellán de Honor”.
La vivienda era conocía como la casa estrecha; ello se debía a sus angostas dimensiones, ya que contaba con una fachada de 4 metros y 36 centímetros de ancho, lo cual solo permitía que tuviera un balcón.
La edificación era propia y bastante habitual para la época. Al trasladar Felipe II la Corte a Madrid, gran cantidad de personas llegaron a la ciudad, ello unido a la escasez de suelo hace que empiecen a proliferar este tipo de construcciones. Así el propio Calderón diría: “Es Madrid patria de todos, pues en su mundo pequeño son hijos de igual cariño, naturales y extranjeros”.
Ni que decir tiene que la vivienda tal y como se conserva hoy en día no es idéntica a la que residió el escritor. En 1859, el edificio ya se encontraba en un evidente estado de deterioro, por lo que el propietario solicitó permiso al Ayuntamiento para su demolición.
El que no se llevara a cabo tal demolición se debe a la perseverante y pertinaz mediación de otro “colega” de profesión de Calderón: Ramón Mesonero Romanos.
Mesonero Romanos, que ya anteriormente había tratado de evitar la desaparición de la casa de Cervantes sin conseguirlo, insistió tanto en esta ocasión que le llegó a permanecer una noche entera en la fachada del edificio. Además no dudó en recurrir a las más altas instancias, ya que solicitó el favor de la Reina Isabel.
La repercusión fue tal, que la prensa del momento se hizo eco y el encomiable esfuerzo de Mesonero Romanos tuvo su recompensa. Así se evitó no solo la desaparición del inmueble, sino que además al propietario se le concedió permiso para levantar dos alturas más. El diseño de las nuevas plantas fue idéntico al anterior, y así es como ha llegado a nuestro tiempo.
Insaciable en su labor, Mesonero quiso completar su gesta, solicitando al Ayuntamiento un busto del literato, en que además de se mencionara su condición de poeta, sacerdote y Caballero de Santiago.
El consistorio de Madrid al cabo de unos meses, y como respuesta a la demanda de Mesonero, colocó en la fachada, a la izquierda del balcón de lo que fue el piso principal, una placa en la que puede leerse: “Aquí vivió y murió Don Pedro Calderón de la Barca”. Así es como ha llegado a nuestros días.
En la actualidad el inmueble está destinado a viviendas.