Cómo son las noches de Madrid. Cuando el Sol se esconde, la ciudad se transforma. Se alargan las copas en los bares, se pide una última que jamás será la última de verdad, se bailan canciones, se cantan estribillos a viva voz… se busca un lugar en el que vibrar hasta que el Sol vuelva a aparecer por el horizonte. La sesión Zander de Teatro Eslava aparece con la fuerza de un rayo (pero no de sol), eléctrico, potente, fulgurante, para partir la noche de los sábados en dos.
Zander trasciende el concepto ‘discoteca’. Es espectáculo, son sorpresas, es un show global que se siente desde la entrada del teatro hasta el escenario. Desde acrobacias con fuego, danza, una performance disco… En Zander siempre ocurren cosas mientras en la pista de baile los éxitos comerciales del momento y las canciones de los primeros puestos de las listas, atronan en perfectas mezclas electrónicas.
Descendemos al centro de la tierra, al corazón de la Eslava, a la pista de baile que no para. Alex DC, Luis DM, Tom Wilde… son algunos de los maestros de ceremonias, de los predicadores que, con su palabra musical, son capaces de movilizar a todos los noctámbulos que se reúnen en Zander un sábado más, escuchando las mejores remezclas de los temas del momento.
Es imposible no cantar, unirse al maremágnum de manos que, en el aire, ondean siguiendo los ritmos más pegadizos. Es difícil no sentirse parte de Zander… desde el inicio.
Seguimos por los pasillos del teatro siguiendo el rastro del terciopelo rosado, de los grandes cortinajes y las lámparas Goodnight, diseñadas por Philippe Starck (arquitecto encargado de la remodelación de Teatro Eslava). Elementos que meten de lleno al noctámbulo en una sensación única: es un lugar acogedor, pese a encontrarnos en un grandísimo espacio dividido en tres plantas.
Continuamos ascendiendo, buscando las barras más despejadas y las vistas más espectaculares y privilegiadas. La escalera central es un hormigueo de personas que suben, bajan, se llaman y se besan agarrados al pasamanos. Ay, la noche…
Desde las alturas, casi podemos tocar el cielo del Teatro Eslava mientras se observa la fuerza y el poder de la música, con cientos de personas que saltan, bailan, se abrazan, mientras el DJ dirige la escena con los beats de sus platos en el centro de la platea. Porque en la sesión Zander, el DJ se rodea del público, se carga de su energía, dejando los reservados del escenario principal a sus espaldas y uniéndose en un solo espíritu con su público, como un gran enjambre de abejas.
Pero eh, hay que mirar siempre al cielo. Allí, los frescos de Teatro Eslava nos sorprenden y varias figuras de otra época nos devuelven la mirada. Como la gran cornucopia que, sobre el escenario, resguarda el retrato de don Hilarión Eslava, compositor y musicólogo del siglo XIX cuyo sobrino fue el promotor de la construcción del teatro en el año 1871.
Eslava, desde su púlpito, intocable y vigilante de estas noches de Madrid, observará cada sábado a un cúmulo de personas danzando acompasados al ritmo que marcan los DJs de la casa. A partir de aquí, tanto Hilarión como nosotros callamos; no diremos nada más. La sorpresa te espera.