Alberto Torres tiene 50 años, duerme en la calle desde hace 8 y su talento con el lápiz y los rotuladores puede hacer que ese 8 quede como cifra inamovible. Su talento, sí, pero también la ayuda de Carlota Ginzo, vecina del distrito de Arganzuela, que ha ayudado a Torres a, como se dice, salir adelante. ¿Cómo? Pagándole un hotel y una pensión durante Filomena, ayudándole en los trámites necesarios para recibir el Ingreso Mínimo Vital y estimulando su cuenta de Instagram para encontrar compradores de sus ilustraciones.
Los dibujos de Torres tienen un leit motiv claro: son jarrones o son dragones (la rima es casual). Su lugar de trabajo se encuentra en las inmediaciones de la parada de Metro de Palos de la Frontera y trabaja por encargo.
La historia de Alberto Torres, contada en un reportaje de Idoia Ugarte escrito para El País, conmueve (en el momento en el que se escribe este artículo) a veinte mil seguidores que quieren tener en su casa “un Torres”. Y de paso, ayudar a una persona a abandonar el asfalto y continuar con la obra de Carlota Ginzo.