
Seguramente hayas visto, paseando por los parques de Madrid, que algunos de sus árboles llevan unas bolsas anilladas en sus troncos. El texto impreso sobre ellas ya avisa: «¡Atención! ¡Peligro!». Son bolsas instaladas cada año por el Área de Medio Ambiente y Movilidad Ayuntamiento de Madrid y el peligro sobre el que advierten es el de un inecto: la oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa).
Ese apellido, «del pino», hace referencia al tipo de árboles en los que instalan sus bolsones (que es como se llama a sus nidos), aunque también pueden estar presentes en cedros. Durante el invierno se pueden ver en las ramas de estos árboles y, con la llegada de las buenas temperaturas, descienden por los troncos y forman sus características procesiones.
Es en ese momento del descenso donde estas bolsas cumplen su función: la de atrapar las orugas antes de que lleguen al suelo para evitar su proliferación en espacios públicos.
Cuatro tipos de medidas frente a las orugas
La instalación de bolsas en los árboles es la última de las cuatro fases que cada año se llevan a cabo para retirar el mayor número posible de orugas. Se busca que al mismo tiempo sean respetuosas con el medio ambiente y consisten en:
- Fase 1: retirada de los bolsones de los pinos. Se realiza entre enero y febrero.
- Fase 2: ‘operación feromona’. Se instalan trampas con feromonas para capturar los ejemplares macho y evitar el ciclo de reproducción. Se lleva a cabo en verano.
- Fase 3: tratamiento de endoterapia en árboles. Se les inyectan productos fitosanitarios autorizados que llegan a las hojas por la savia y acaban con las orugas cuando comen dichas hojas. Se lleva a cabo en otoño.
- Fase 4: instalar anillos perimetrales alrededor de los troncos de los árboles. Para evitar que las orugas desciendan al suelo y formen procesiones.
En febrero de este año, además, se puso en marcha un proyecto piloto con vuelos experimentales con dron para detectar la presencia de estos insectos en árboles de difícil acceso. De tener buenos resultados, se podría utilizar en zonas como El Retiro, Casa de Campo, Capricho, Tres Cantos, La Elipa, San José o Dehesa Boyal.
¿Qué hacer si me encuentro con orugas procesionarias?
Es muy importante no tocarlas ni pisarlas ya que sus pelos son muy urticantes y pueden provocar irritaciones y alergias en la piel, ojos y mucosas. A veces, incluso, no es necesario si quiera entrar en contacto directo con las orugas, basta con estar en una zona de pinares o cedros.
Fue el caso que cuenta esta mujer en un episodio del podcast La Ruina: bastó una ráfaga de aire para transportar los pelos urticantes, que se le clavaron en la córnea. Describía la sensación que notó en el ojo «como si se me hubiera prendido fuego».
Desde el Ayuntamiento de Madrid recomiendan lo siguiente: «Si te cruzas con estos peligrosos insectos, no te acerques ni los manipules y ponte en contacto con los servicios municipales a través del teléfono 010».
Un verdadero peligro para los perros
Los humanos no son los únicos que se pueden ver afectados por las orugas procesionarias: son tóxicas y potencialmente mortales para los perros. En caso de que tu mascota entre en contacto con ellas, los expertos marcan esta hoja de ruta:
- Avisar al centro veterinario más cercano.
- En casa, intentar quitar el mayor número posible de pelos de la oruga, sin frotar. La mejor forma es arrastrándolos con agua tibia.
- Desplazarse al centro veterinario de urgencia lo antes posible.
Los síntomas que puede presentar son inflamación de la boca, los párpados, salivación e hipertermia, entre otros.