Guadarrama y Gredos tienen una sierra hermana con menos turismo pero no menos encanto que ellas: la sierra de Ayllón, con profundos valles que cambian de color según la época del año, barrancos y pueblos solitarios, en algunos casos abandonados.
Allí, en Campillo de Ranas, se encuentran las Cascadas del Aljibe: dos saltos de agua encadenados en mitad del bosque. Creadas por un pequeño afluente del río Jarama, ofrecen uno de los espectáculos naturales más fotografiados del norte de Guadalajara.
Las mejores épocas del año para visitarlas son primavera y otoño, cuando el caudal de agua es mayor, la temperatura suele acompañar y el paisaje se torna de postal: en abril brotan las jaras, flores típicas de la región. En octubre, las hojas de los árboles se tiñen de ámbar, ocre y amarillo.
Durante el verano, las pozas formadas por las cascadas, conocidas como Pozas de Matallana, se aprovechan a modo de piscina natural. Los que prefieran ir en esta época para darse un baño reparador deben llevar protección solar a mano, pues parte la ruta apenas tiene sombra.
¿Cómo llegar a las cascadas?
Desde Madrid se tarda una hora y 33 minutos en llegar a Roblelacasa, la localidad más cercana a las cascadas. En este pueblo hay que tomar un sendero de 3,3 kilómetros que pasa por dos puntos de interés en la provincia: el puente de Matallana y el arroyo del Soto. Ida y vuelta, la ruta dura aproximadamente dos horas y media a pie.
Una oportunidad para conocer los pueblos negros
Las Cascadas del Aljibe se sitúan entre aldeas conocidas como ‘pueblos negros’ por sus casitas con paredes de pizarra y balconadas de madera. Merece la pena dejarse seducir por la arquitectura tradicional del enclave, especialmente en localidades como Valverde de los Arroyos, desde donde parte la famosa ruta hacia las Chorreras de Despeñalagua, otro tesoro de la naturaleza imprescindible en un primer viaje por la zona.