La pizza mutó cuando cruzó el Atlántico. Las variedades de esa mutación son diversas y adaptables según el terreno al que llegaron. En Estados Unidos fue la pizza estilo Chicago (casi más parecida a una lasaña) y en Argentina, la pizza homónima (de un mayor grosor). Su popularidad fue creciendo a velocidad de crucero hasta consolidar a Argentina como el país con más pizzerías por habitante del mundo (sí, por delante de Italia). Y como si de una partida de ping pong se tratara, la pizza argentina llega a Europa. Concretamente, a Lavapiés.
Pizza Posta es el local en el que preparan la verdadera pizza. La afirmación, que parece irónica y presuntuosa, no lo es: posta (en lunfardo –jerga argentina nacida de la influencia inmigrante a finales del siglo XIX–) significa verdadero, bueno o excelente. Y la pizza de este local de estética industrial es todo eso.
El secreto de Pizza Posta está en el local
Mafe Páez, que define su trabajo en Pizza Posta como alguien que hace “un poco de todo”, da una descripción lacónica y visual ante la pregunta de qué es Pizza Posta: “esto”. En un vistazo de 360º se entiende la respuesta: ambiente íntimo, relación estrecha entre cliente y personal, un local sin barreras. La cocina es el comedor y el vestíbulo es la cocina. Pizza Posta es un loft.
Pizzas pantagruélicas
Pero la diferenciación de la pizzería nace de otro lado: lo que te llega a la mesa. “Las masas son de focaccia, llevan dos días de fermentación y están muy cargadas”, dice Mafe Páez. Todo, además, es casero o lo que requiere una mínima elaboración, como el pesto, se hace en el local. Y el cliente es testigo, Páez dice que quieren “que la gente se sienta con nosotros y puedan ver cómo hacemos todo el proceso, que se sienta como en casa”.
En Pizza Posta la posibilidad de comerse una pizza entera casi parece un reto gastronómico –con una pizza comen dos, avisa la carta. Las pizzas son enormes y del tamaño ideal para compartir. Los ingredientes son siempre vegetarianos (tanto de las pizzas como de los entrantes), aunque Páez asegura que tienen muchos clientes que no son vegetarianos: “yo misma como carne”, dice Páez.
El tamaño, la nacionalidad y el origen de la receta a final de cuenta no dejan de ser valores descriptivos y no valorativos y si esto pretende parecerse a una crítica hay que poner por delante una idea: las pizzas son una auténtica maravilla. La combinación de ingredientes es tan abultada como equilibrada. La pizza posta, particularmente, es de obligada petición: una crema de yema de huevo cubre la totalidad de la pizza y la trufa la remata.
Pensándolo bien, hay dos claras conclusiones: se entiende que haya gente que opine en las reseñas de Google que se trata de la mejor pizza de Madrid y también es normal que Páez diga que los vecinos de Lavapiés entran a veces solo para saludar.
Calle Amparo, 81 (Lavapiés).
Pizzas desde 13€ hasta 24€.
Más información en su Instagram.