
En Madrid hay debates que nunca se acaban. Y si alguno compite por el podio de lo eterno, es este: ¿por qué no hay árboles en la Puerta del Sol? Ahora que el Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida ha instalado 32 toldos beige de PVC microperforado a lo largo del arco norte de la plaza —entre la calle Alcalá y la calle Arenal—, el asunto vuelve a ser objeto de debate.
Los toldos, desmontables, han costado 1,5 millones de euros y han pasado por todos los filtros posibles del Patrimonio Histórico, hasta el punto de que, según el propio Ayuntamiento, se llegó a revisar «hasta la chincheta del anclaje». La obra, firmada por el equipo del arquitecto José Ignacio Linazasoro, busca aliviar el calor sin tocar nada que no se pueda tocar.
¿Por qué no hay árboles en la Puerta del Sol?
La razón de fondo —la que lleva décadas sin resolverse— es más técnica que estética. Bajo esa superficie aparentemente neutra hay una losa de hormigón de unos 20 centímetros, muy cerca del pavimento. Debajo pasan el Metro, el Cercanías y varias galerías técnicas, lo que convierte el subsuelo en un puzzle casi imposible. Para plantar árboles con raíces profundas harían falta al menos 1,5 metros de tierra, algo que aquí no hay ni se espera.
La otra razón es patrimonial. La Comisión Local de Patrimonio Histórico, que vela por todo lo que sucede en esta plaza declarada Bien de Interés Cultural, impone límites severos a lo que se puede modificar. Y en Sol, los árboles nunca han sido parte del decorado. Cuando el Ayuntamiento planteó en 2023 la posibilidad de plantar nueve árboles en la única zona sin pavimento técnico, la Comisión dijo que no.
Las quejas y los razonamientos
Y sin embargo, las quejas se repiten. Madrid Decadente, una cuenta de X que critica activamente el urbanismo local, ironizaba: “tras meses de especulaciones y un millón de euros después, por fin podemos disfrutar de los flamantes soportes de toldos que enriquecerán el patrimonio visual de la plaza”. La portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, Reyes Maroto, calificó la reforma como “ni buena, ni bonita, ni barata”.
A todo esto, se suma otro elemento: la intención del Ayuntamiento de que Sol no sea una zona de reposo, sino de paso. En otras palabras, sin bancos de más, sin sombra duradera, sin vegetación que invite a quedarse. Una lógica funcional que choca con los efectos del cambio climático y con las recomendaciones de informes como el Urban Heat Snapshot, que advierten sobre la necesidad urgente de ampliar las zonas verdes del centro.
¿Opciones alternativas? Las hay. El arquitecto José María Ezquiaga, Premio Nacional de Urbanismo, sugería hace un tiempo en La Sexta que se podrían instalar fuentes, aspersores o vegetación de poco arraigo, soluciones que ya existieron en el pasado y que no requieren grandes obras ni violan la normativa.