Un palacio renacentista lleno de tesoros religiosos se esconde en la plaza de las Descalzas. Aquí nació la princesa Juana de Austria, que ya en su madurez, viuda de Juan Manuel de Portugal, convirtió el distinguido edificio en un monasterio de monjas clarisas e instaló en él sus aposentos.
Una guardería divina en el centro de Madrid
Nada más ingresar en el Monasterio de las Descalzas Reales, las novicias debían llevar una imágen del Niño Dios y un crucifijo como dote. Formaba parte de una tradición de la época que simbolizaba la unión de las monjas con Cristo. Cada pieza que se conserva del ritual es única: las hay con ropajes tradicionales y con figuras emblemáticas como san Isidro (patrón de Madrid) o el rey Felipe II, hermano de Juana de Austria. Con el paso de los años, las monjas abrieron una sala para guardar la colección de figuras, bautizada como Divina Guardería.
Hoy, la Divina Guardería es una habitación secreta que se abre al público en Navidad. Hasta el 5 de enero podemos, además de recorrer un testimonio vivo de la devoción que las monjas clarisas han mantenido a lo largo de los siglos, descubrir las vitrinas donde se guardan sus preciadas figuras de Cristo recién nacido.
Más tesoros del monasterio
Al Monasterio de las Descalzas Reales, tan austero por fuera como ricamente decorado por dentro, fueron a parar reliquias de la Iglesia primitiva —restos de santos y mártires adorados en el siglo XVI— y de personajes beatificados en la época de sor Margarita de la Cruz, la devota sobrina de Juana. Estas reliquias se guardaban en arcas y joyeros elaborados con orfebrería fina: los preciados relicarios de las monjas.
La colección de reliquias y relicarios llegó a tener más de 400 piezas, convirtiéndose en una de las más destacadas de Europa en su clase. Ya solo por esto merece la pena entrar en el antiguo palacio, que tiene otros muchos encantos: tapices monumentales diseñados por Rubens, cuadros de El Greco y objetos exóticos de primera calidad.