Negarás haberlas hecho y mirarás con desprecio a quién sí sea capaz de confesar que las ha llevado a cabo, pero en el fondo sabes que eres uno más y que has disfrutado con cada una de ellas. Sin embargo, tienes una imagen y no quieres perderla. Pero a nosotros sí nos lo puedes contar, porque también las hemos hecho…Sí, esas cosas desagradables, casi asquerosas y que haces en secreto para que no te miren como a un bicho raro. Allá van…no nos juzguéis:
- Tirarse un pedo y levantar las sábanas: si estás durmiendo con alguien y te lo hace, te parecerá la cosa más asquerosa del mundo, pero si es cosecha propia, disfrutarás con cada inspiración.
- Hurgarte la nariz: sobre todo si hay un “inquilino rebelde”. De esos duros y que cuando consigues deshacerte de ellos se te salta una lágrima.
- Jugar con el “inquilino rebelde”: una vez has conseguido expulsarlo de tus fosas nasales y antes de eliminarlo por completo, le das forma como si de una manualidad Art Attack.
- Orinar en la ducha: no sólo Mercedes Milá lo hace. Va casi contra tu voluntad. Entras en la ducha y cuando has empezado a mojarte, te llama la naturaleza, así que…le respondes.
- Comerse los padrastros o las uñas: sí, comérselas literalmente, como un tentempié.
- Explotar granos o puntos negros: incluso ajenos. Por más que te digan que si te lo tocas es peor, al final acabas detonando la bomba.
- Rascar tu aparato reproductor con objetos punzantes: con un boli (que probablemente te hayan prestado), en los bordes de las mesas…Cualquier forma sobresaliente ajena es interesante para hacerlo.
- Airear las canicas: cuando veáis a un chico abierto de piernas y haciendo un extraño baile, está…pues eso, aireando las canicas.
- Mirar el resultado de tu digestión tras expulsarlo: e incluso bautizarlo. Si el papel lo tapa no podrás verlo.
- Quitar las pelusas del ombligo: si llevas mucho tiempo sin hacerlo puedes hacerte un jersey con la recolecta final.
- Lanzar flubbers: crearlos dentro de tu boca, llevarlos hasta la nariz y volverlos a llevar a la boca hasta expulsarlos. Sabéis perfectamente a lo que me refiero.
- Quitarse las durezas de los pies: sobre todo en la playa o en la piscina, cuando están blanditas.
- Buscar “pa’ luegos”: y una vez encontrados, comérselos. ¿Para qué están si no?
- Quitarse la cera de la oreja con cualquier objeto alargado: las llaves, el boli, la uña larga…a veces es más efectivo que los bastoncillos.
- Depilarse en lugares públicos: si, leéis bien. Es muy típico de las señoras entradas en años. Cogen unas pinzas y…¡a podar!
- Mirar el resultado del pañuelo: tanto el que se obtiene de la nariz como del trasero. Es díficil resistirse a hacerlo.
- Pegar un chicle (o un moco) debajo de la mesa: lo más gracioso es que al cabo de unos días olvidas que lo has hecho y si por casualidad pasas la mano por ahí, te mueres del asco.
- Comer verde: y no me refiero a ensalada, no, no, comer de tu propia cosecha. Secos o jugosos.
- Quitarse las pelotillas de los dedos de los pies: lo peor no es quitárselas, lo peor es dar lugar a tenerlas.
- Ducharse a la francesa: también se conoce como a la rumana o “darse un agua”. Viene a ser “asearse a trozos”. También puede valer echarse desodorante sin haberse duchado antes.