Pasear por algunas calles de Madrid nos puede ayudar a imaginarnos como fue en otra época pasada y aunque la capital conserva muchos rincones que recrean su pasado, se han perdido grandes obras arquitectónicas a lo largo de los años: incendios, guerras e incluso la avaricia del propio hombre por implantar cualquier punto de consumo sea cual sea el terreno sobre el que lo levanta. Ya sea por una cosa o por otra, el sentimiento de pérdida es el mismo, por eso hoy hemos querido recordar algunos de las grandes construcciones desaparecidas de la capital:
Real Alcázar de Madrid
Muchas son las conspiraciones que han girado en torno al incendio que destruyó el Alcázar la Nochebuena de 1734 y sin embargo, nunca se ha llegado a resolver el misterio.
El edificio fue construido como una fortaleza musulmana en el siglo IX y no se convirtió en palacio real hasta el siglo XVI, cuando Madrid se erigió como capital del Imperio español. A pesar de las modificaciones arquitectónicas que sufrió el edificio, cuando el rey Felipe IV comenzó a vivir en él, seguía sin estar contento con su aspecto, totalmente alejado de los ideales de construcción del rey. Es por eso que siempre se ha insinuado que Felipe IV quizá tuvo algo que ver en la destrucción del Real Alcázar, pues la noche que se desató el incendio la familia no se encontraba en el palacio, además de que días antes se habían trasladado algunas obras que se encontraban en él.
Se dice que el incendio empezó en los aposentos de Jean Ranc, el pintor oficial de la familia. La impresionante construcción ardió durante 4 días y se estima que se perdieron más de 500 obras de arte, como «La expulsión de los moriscos«, considerado como uno de los cuadros más impresionantes de Velázquez. Aunque también pudieron salvar algunas que a día de hoy aún podemos disfrutrar, como Las Meninas.
Convento de Santo Tomás
Conocido también como el Colegio de Atocha y ubicado donde se encuentra en la actualidad la iglesia de la Santa Cruz, fue una de las construcciones barrocas más impresionantes de la ciudad (fue construido a mediados del siglo XVII). El colegio perteneció a los religiosos dominicos de Santo Tomás de Aquino y llegó a ser toda una institución religiosa en la capital. El convento contaba con un anexo dedicado a la enseñanza de Teología, Retórica y Filosofía.
Pero parece ser que el destino de esta monumental construcción estaba escrito desde casi el comienzo de construcción: en 1652 sufrió el primero de los tres incendios que acabarían con él. Esto supuso la reconstrucción de casi el total del edificio. En 1756 volvió a incendiarse, aunque sin grandes pérdidas. Casi 100 años después, en 1836, el convento fue desamortizado pasando a tener un uso civil. Parecía que el templo por fin había encontrado estabilidad, pero en 1872 se produjo el incendio que acabaría finalmente con el convento. La estructura quedó tan perjudicada que tres años más tarde acabaron derrumbándolo por completo.
Caballeriza de los Jardines de Sabatini
No fueron las primeras de las que dispuso el Palacio Real, ya que anteriormente hubo unas situadas en la actual ubicación de la Almudena. Fueron un encargo de Carlos III al arquitecto italiano Francisco Sabatini. La construcción se llevó a cabo entre 1782 y 1789 y las dimensiones de su muro eran tales, que rebasaban en longitud a los muros del Palacio. Su tamaño permitió que las Caballerizas se destinasen a otras funciones, así que se construyeron patios, fuentes, almacenes, enfermerías e incluso una capilla dedicada a San Antonio Abad. Hay algunos escritos que reflejan que llegaron a vivir un gran numero de sirvientes del palacio en las instalaciones de las caballerizas.
Durante el Gobierno de la II República la Caballeriza fue incautada y en agosto de 1931 fue cedida al Ayuntamiento de Madrid para pagar las deudas que el Estado tenía con el Consistorio, pero esa cesión tenía una condición: el espacio que ocupaban las Caballerizas debía destinarse a un jardín.
La Plaza de Toros de Goya
Se inauguró en septiembre de 1874 y puede que también os suene por «Plaza de Toros de Fuente del Berro» o de la «Carretera de Aragón». Estuvo situada en el actual Palacio de Deportes y fue la primera en construirse con materiales más resistentes (las anteriores fueron de madera y estuvieron en otras localizaciones). Contaba con un ruedo de 60 metros de diámetro y podía albergar hasta 14.867 personas. Fue testigo de una de las mejores épocas del toreo en Madrid durante 60 años, Tiempo en el que tanto la población y la popularidad de las corridas aumentaron en la capital, haciendo que la plaza se quedase pequeña. Esto llevo a la construcción de la actual plaza de Las Ventas, respetando el estilo de la de Goya. Las Ventas fue inaugurada en 1931 con una capacidad para más de 25.000 personas, aunque convivió con la de Goya hasta tres años después, cuando fue proclamada como la única plaza de toros de Madrid.
La Pagoda de Fisac
Con este edificio no hace falta irse al Madrid medieval, ya que puede que incluso vosotros mismos la hayáis visto.
Obra de Miguel Fisac, fue construida en 1970 y supuso una auténtica joya de la arquitectura moderna por aquella época. Aunque no llegó a convertirse en ningún momento en un edificio histórico, su aspecto no dejaba indiferente a nadie. Llegó a convertirse en la sede de los laboratorios Jorba y su fama fue tal, que el Colegio de Arquitectos de Madrid se opuso fervientemente a su demolición, aunque finalmente se destruyó en 1999.