
Arroyo Fresno se construyó en 1999, pero ningún viajero ha estado aquí todavía.
Uno de los barrios más periféricos de la capital tiene una estación de metro donde jamás se ha visto pasar un tren. En los andenes nadie ha esperado cargado o falto de paciencia; sus vías, impolutas, no han sufrido un solo roce ni el contacto de un chicle lanzado al vacío.
Arroyo Fresno es una estación fantasma que nunca murió. Por una simple razón: no ha tenido tiempo de empezar a vivir. Terminó de gestarse en 1999, pero no despertó a tiempo para asistir a la llegada del nuevo milenio. Una década y nueve años después, sigue dormida. Supuestamente, por poco tiempo.
La consejería de Transportes ha anunciado la apertura de Arroyo Fresno para el 23 de marzo de 2019. Según los planes establecidos, será una parada más de la línea 7, que presta servicio entre Pitis y Lacoma, y será utilizada por 220.000 vecinas y vecinos que llevan 20 años viendo la estación en letargo, muerta del asco mientras las viviendas y los comercios florecían a su alrededor.
Ahora está en obras para hacerla totalmente accesible y dotarla de los avances tecnológicos que han proliferado en la red suburbana desde finales de los años 90. Tres ascensores, ocho escaleras mecánicas y detalles nuevos para que Arroyo Fresno se adapte a la normativa vigente.
Y por fin, tras 20 años en coma, Arroyo Fresno cumplirá el objetivo con el que se proyectó: completar el recorrido de la línea 7 hacia Valdezarza y Peñagrande. Mejor tarde que nunca.