Existe un lugar en el centro de Madrid donde es verano los 365 días del año. En esta islita en pleno mar de contaminación, agobios y prisas suena chill out de fondo, puedes volver a la infancia balanceándote en un columpio y nunca hace frío ni mal tiempo. Este oasis se encuentra en Chueca, núcleo de buen rollo madrileño y se llama Boho bar (C/ Colmenares, 13).
Es imposible no desprenderse del estrés una vez dentro del local: estampados africanos, pañuelos, salamandras por las paredes, lámparas multicolores, vegetación…Parece que te encuentres en las Baleares, Marruecos, el Caribe y las islas griegas a la vez. Lo mejor es que todos estos ambientes están divididos en ocho espacios, cada uno con su significado.
Por ejemplo, la barra azul y amarilla de Boho bar evoca los colores del sol y el mar, hay una mesa redonda que enciende una hoguera todas las noches para contar historias al son del fuego, los columpios sacan al niño que llevamos dentro…Reconocemos que nos costó mucho elegir un sitio en el que sentarnos y disfrutar pero sabemos lo sano que es mimar al pequeñín que llevamos dentro, así que decidimos comer con los pies a ras del suelo.
El boho es la fusión de la mentalidad bohemia y hippie, un modo de vida que busca la conexión del ser humano con la naturaleza, lo espiritual, la alegría a través de los colores, lo ecológico y en cierta medida, la transgresión. En Boho bar las normas sociales están para romperse un poquito, así que no esperes que los cubiertos estén perfectamente colocados ni que el color de los vasos coincida. Todo lo contrario. Aquí hay cosas que se comen con las manos, todo es reciclado, no tienen congelador para que no pierda el sabor a naturaleza y el pan (que por cierto, vicia) lo traen directo de una panadería del barrio, La Hogaza.
La carta es tan ecléctica como la decoración, un verdadero viaje por el mundo que empieza en La Habana y termina en Taipei. Boho bar no solo entra por los ojos, también por las papilas gustativas. Probamos delicias como sus patatas bravas al estilo Sergi Arola con un alioli casero que ya quisieran algunos bares de la capital; albóndigas con leche de coco y curry para probar La India; un ceviche súper fresco que promete dar que hablar cuando se acerque el caloret y gua bao (el pan taiwanés que está invadiendo el panorama foodie madrileño) con ropavieja cubana. Por cierto, si pedís de postre carrot cake, os llevaréis una grata sorpresa.
Boho bar abrió en agosto de 2015 y es donde se ha escondido el espíritu playero en estos días de frío y agobio. Requiere varias visitas, ya que como en la costa, no es lo mismo vivirla de día que con la magia de la noche. Paz, hermanos y hermanas.