En el distrito de Carabanchel, en el cruce entre las calles Inglaterra e Irlanda, se esconde uno de los secretos mejor guardados de Madrid: el Cementerio Británico. Su historia, que es también historia de la capital, está llena de incógnitas y de personajes ilustres de distintos credos y nacionalidades.
Antes de convertirse en cementerio, este recinto de la calle Comandante Fontanes 7 perteneció a un tabernero, Manuel Chacón, que vendió el terreno al Consulado Británico. El camposanto se fundó en el año 1854, y estaba gestionado por un grupo de británicos residentes en Madrid (de tantos que por aquel entonces venían a España por trabajo, negocio u otros motivos) para dar sepultura a los cristianos no católicos, que no eran admitidos en ningún otro cementerio. Entre 1854 y 1883, año en que se estima que empiezan a surgir los primeros cementerios civiles en Madrid, este era el único sitio donde se podía enterrar a quienes no profesaban la fe católica.
Con el tiempo se empezó a dar sepultura también a no británicos, lo que explica la gran variedad de nacionalidades (estadounidense, española, alemana, francesa, suiza…) y de credos representados: judíos, anglicanos, ortodoxos o luteranos son solo algunos de ellos. Hoy, este lugar de descanso de tradición inglesa cuenta con aproximadamente 600 tumbas.
Un cementerio de personajes ilustres
David John Butler, vocal de la comisión gestora del cementerio, cuenta en este vídeo de Antiguos Cafés de Madrid que la primera persona enterrada en el cementerio fue un joven de 18 años llamado Arthur. Su familia le dio sepultura en 1854 y su tumba es fácilmente reconocible: sobre ella está grabada en bajorrelieve la espada de Excalibur, de la famosa leyenda arturiana.
Si bien es cierto que hay pocos datos sobre aquellos primeros enterramientos y las incógnitas planean sobre muchas de las historias de quienes hoy descansan aquí, son numerosos los personajes conocidos que fueron enterrados en este lugar. El fundador del Circo Price, William Parish, la familia Loewe, el pintor Albert Sheldon Pennoyer (quien jugó un papel importante para recuperar las obras robadas por los nazis en Europa) o Margarita Taylor, fundadora del Salón de té Embassy, son algunos de ellos. Pero uno de los nombres que más resonarán entre aquellos conocedores de la cultura castiza es el de Emilio Lhardy, fundador del restaurante Lhardy en 1839, que continúa hoy abierto en el número 8 de la Carrera de San Jerónimo.
Como decíamos al principio, la historia de este lugar está llena de incógnitas, y una de ellas es la de la vida (o más concretamente, la muerte) del fotógrafo Charles Clifford. Según relata Butler en el citado vídeo, su lápida apareció durante unos trabajos de limpieza de escombros en el cementerio hacia el año 1995, pero se desconoce dónde está el resto de la sepultura: según los planos ocupa un terreno que ya acoge los restos de otros fallecidos.
Este camposanto es, además, un emplazamiento de obras arquitectónicas reseñables, como el panteón de la familia Bauer: una familia de origen judío, responsable de la apertura de la primera sinagoga en España tras la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos. El monumento funerario fue diseñado por el arquitecto Fernando Arbós y Tremanti, artífice del Panteón de Los Hombres Ilustres y de la Iglesia de San Manuel y San Benito.
José C. Vales escribía en «Cabaret Biarritz»: «Una cosa le puedo asegurar: los periodistas sabemos mucho de muertos». Yo no sé mucho, pero hoy sé un poquito más que ayer, como que hay vidas enteras que caben en una frase como «In loving memory».