Un horno Josper es a la hostelería lo que el clembuterol a los ciclistas (pero sin que esté prohibido, claro): un agente externo que incrementa la calidad del producto. Cualquier producto gastronómico siempre será mejor después de pasar por un horno Josper. Si yo tuviera un restaurante con un horno Josper lo pondría en la pizarrita de la entrada: tenemos menú del día, happy hour y horno josper.
Esta oda al Josper podría ser una primera carta de presentación de Chico Calla, la flamante incorporación a la hostelería madrileña. Pero no se llame aquí nadie a engaños: Chico Calla es mucho más que un horno Josper. Para empezar, es una taberna mediterránea (mediterránea sobre todo por tener sus otros cuatro locales distribuidos por distintos puntos de la provincia de Alicante).
Pero, sobre todo, Chico Calla tiene una gran virtud que parece baladí: sabe lo que se hace. No va uno a Chico Calla a sorprenderse con su carta –tartar de atún; steak tartar (sobre hueso de tuétano), alcachofas con jamón, huevos y foie; huevos con salsa de boletus y trufa…. Uno va a deleitarse con su calidad, con el mimo de la elaboración y con la certeza de que esos platos han triunfado en una provincia de elevadas exigencias gastronómicas y larga tradición culinaria.
Como en el caso de otros tantos bares y restaurantes que han abierto en los últimos meses: es una pena y un arma de doble filo. Y nos explicamos: el desembarco de Chico Calla apunta a ser sinónimo de bullicio, de diversión, de caña, tapa y ración, de disfrutar de la comida y del contexto. Ahora la propuesta ilusiona y hace pensar en que dentro de unos años recordaremos estos días como aquellos en los que pudimos disfrutar de Chico Calla cuando no era (tan) conocido.
Calle Lope de Rueda, 41 (Salamanca)
Alrededor de 30€.
Más información en su web.