Después de dos cambios de ubicación, el WC de la discordia por fin abandona Chueca.
A finales de verano el Ayuntamiento de Madrid instaló un váter químico portátil en la calle Hortaleza, esquina con Farmacia. No fue una decisión tomada a la ligera: Chueca se había convertido en un «urinario al aire libre» que amenazaba la higiene y el bienestar de sus habitantes.
La campaña Chueca no es una charca, ideada para luchar contra las micciones en plena calle, empezó con buen pie, pero ha desembocado en un final agridulce.
El baño portátil trajo consigo una colección de problemas imprevistos. El cubículo bloqueaba casi toda la acera, obligando a los caminantes a sortearlo cada vez que atravesaban la calle. Abrir la puerta suponía ocupar todo el espacio del peatón: quien saliera de él podía darle un portazo a un viandante. Al reubicarlo en la esquina, un giro despistado podía suponer darse de bruces con el baño.
Pero la falta de accesibilidad no era nada comparado con los malos olores que emanaba el váter. La alcantarilla en la que desembocaba el desagüe resultaba insuficiente, por lo que la acera estaba continuamente mojada por un reguero de orina.
Llegó entonces la mudanza al número 88 de la calle Hortaleza. El esfuerzo fue en vano: el obstáculo era, si cabe, aún mayor, puesto que esta es una zona muy transitada por niños y personas con discapacidad. Ni que decir tiene que el sanitario seguía sin oler bien.
Ante las quejas de vecinos y comerciantes, la Junta de Distrito ha decidido retirar el váter portátil. Chueca celebra la victoria, pero reclama que también se eliminen los demás cubículos del barrio. Además, sigue esperando la construcción de los baños fijos que el Ayuntamiento había prometido.
Esta es una batalla ganada en la guerra contra la suciedad del centro, pero la guerra aún no ha terminado.
Fotos: Somos Chueca