Gracias a Mariví Vidal Villalba podemos conocer un poco más nuestra ciudad y sus anécdotas. Nosotros no conocíamos la de «La Posada del Peine» así que estamos muy agradecidos a Mariví por contárnosla y compartirla con nosotros. Esperamos que sigas descubriéndonos anécdotas tan interesantes de nuestra ciudad.
Su historia tiene solera, pues comienza allá por el año 1610. Cuando Madrid era una ciudad de paso, se abre un negocio familiar, a cuya cabeza estaba Juan Posadas, en la que por entonces era la calle Vicario Viejo, en la actualidad Marqués Viudo de Pontejos.
En este su origen, fueron pasando los años, y aunque por entonces no se pedían tarjetas ni acreditaciones para su alojamiento, veía pasar el tiempo y adaptarse a tiempos venideros.
Así, a finales del siglo XVIII, fueron los hermanos Espino, sus nuevos benefactores los que la ampliaron y remontaron gracias al saber hacer de Francisco Álvarez Acevedo.
Tras diversas remodelaciones y para mejorar su aspecto en su fachada se le coloca un reloj. Esto ocurre en 1892 para rememorar el descubrimiento de América. En la actualidad solo se conserva el hueco de la esfera.
En los inicios del siglo XIX y en pleno auge de constructores hoteleros La Posada resiste y se mantiene como establecimiento hotelero. Sin embargo y tras pasar por distintos propietarios , será adquirida por la relojería Girod y deja de prestar los servicios para los que originariamente fue concebida.
Será ya recientemente en 2006 cuando vuelve a renacer y convertirse en un establecimiento de referencia de la capital, situada actualmente a pocos metros de la Plaza Mayor y frente al Palacio de Santa Cruz.
La curiosidad de su nombre se debe a que en sus orígenes, todas sus habitaciones contaban con un peine para uso de sus moradores de paso. Al ser este un objeto excesivamente deseado y que su clientela se llevaba de recuerdo, tuvo que ser atado a una cuerda para evitar sus continuas desapariciones.