Otro día más, agradecemos a Mariví Vidal Villalba adentrarnos en las curiosidades históricas de nuestra ciudad. Esta vez nos trae una bonita y nostálgica historia, la de los serenos que tanta vida dieron a las noches de Madrid.
Nada mejor que echar la vista atrás y traer a la memoria parte de otras épocas y costumbres. Sirvan estas líneas para ensalzar la figura y no por menos tan noble oficio, de quienes durante años fueron los más fieles guardianes de las calles del pueblo de Madrid y de España. Me refiero al sereno.
Las primeras noticias que se tiene datan del año 1715 y oficialmente es el 12 de abril de 1765 cuando se crea el Cuerpo de Serenos.
Es curioso destacar las “cualidades” que se exigían para desempeñar tal labor. Así los aspirantes debían reunir requisitos tales como : cinco pies de estatura mínima, no ser menor de 20 años ni mayor de 40, robustez y poseer una voz fuerte y clara.
En cuanto a sus tareas, en un principio se dedicaban a tener a punto el alumbrado público (faroleros) y posteriormente se les encomienda hacer rondas nocturnas a modo de vigilantes de seguridad. Poco a poco fueron asumiendo otras funciones “no oficiales”, según la necesidad o circunstancias lo exigía, tales como acompañar a los vecinos a sus domicilios, requerir la presencia de los servicios sanitarios, ahuyentar a malhechores o incluso acudir en busca de confesor.
Asimismo era propio de la época, cuando iban haciendo la ronda, el ir pregonando las horas, con sus cuartos y sus medias, así como anunciar la situación meteorológica del momento. De ello han quedado expresiones que tan populares les hicieron: “Las doce han dado y sereno”, “Las tres y cuarto y nublado”……
Mención especial merece su indumentaria y “utensilios” para realizar las tareas encomendadas. Portaban, en sus inicios, un capote gris e iban ataviados con una gorra de plato, asistidos de una vara, que era conocido como “chuzo”, así como un silbato de bronce y como no, con un manojo de llaves. Esta era la indumentaria original que les hizo convertirse en figura del tipismo madrileño, que tanto transitaron por sus calles.
Según iba avanzando el tiempo y ya a principios del siglo XX, el capote gris fue sustituido por una bata del mismo color, manteniendo su gorra de plato. Pero sus herramientas de trabajo seguían siendo las mismas, portando el chuzo con el que daban sonoros golpes con el calvo que tenía en su extremo, para hacer notar su presencia . Es curioso señalar que debido al uso tan desmedido que hacían del silbato, la policía llegó en ocasiones a ignorar tal señal, y de ahí se acuñaría la popular frase: “Tomar por el pito un sereno”.
Era típico verles deambular por las calles cuando la noche empezaba a entrar, ataviados con el manojo de llaves de los portales que tenían asignados. En aquella época para acceder a los inmuebles a partir de las 10 de la noche era imprescindible su labor; y así los moradores de tales viviendas requerían su presencia con sonoras palmadas y a la voz de “SERENO”, y ellos acudían a dicha llamada con un golpe de chuzo y un sonoro “VA”.
Con el paso del tiempo, y sobre todo con la llegada de los porteros automáticos, se empezó a ver mermada considerablemente su presencia. Y es a finales de los años 70 cuando desaparecen por completo.
Cabe destacar que el último de los Serenos que ejerció tan noble oficio en Madrid fue Manuel Amago. Como reconocimiento a su labor una placa que figura entre los portales nº 8 y 10 de la calle Gómez Ulla de Madrid, le homenajea así: “A Manolo Amago, el último sereno de Madrid, en agradecimiento a sus servicios desde 1956”.