Madrid y la M-30. Más allá, la nada.
El director madrileño Fernando León de Aranoa se ganó a pulso el título de pintor de cámara de la miseria de los suburbios españoles con películas como Los lunes al sol, Barrio o Princesas. Ahora Pablo Berger ha equilibrado la balanza con su última película, Abracadabra, mezclando el mismo costumbrismo de Aranoa con el humor más bizarro para retratar el Madrid de más allá de la M-30, el que no sale en las Biblias del Moderneo.
Hay quien aún sigue pensando que, más allá de la M-30, Madrid se acaba y empieza el vacío. He aquí algunas otras cosas que para ti, que vives más allá de la frontera, son el pan de cada día aunque para algunos sean impensables.
Que un desayuno pueda costar lo mismo que lo que le costaba a Zapatero el café en sus mejores sueños presidenciales.
El carrot cake que se sirve en bares de Lavapiés o Chueca está en la lista de lo trendy, pero en tu barrio roza lo exótico.
Que para ti Deliveroo, Car2go o BiciMad solo sean palabros en inglés.
Estar harto de cruzar los puentes de la M-30 de camino a casa y descubrir que siempre hay a quien le apasiona cruzarlos por primera vez.
No saber cómo funciona un parquímetro porque tu barrio -por ahora- es zona blanca.
Tener que coger tres búhos para llegar a casa y pensar que hubiera sido más fácil haber salido con tienda de campaña.
Que la pereza de tener que coger el Metro de vuelta a casa pueda más que tus ganas de sábado por la noche.
Bajar a comprar el pan y no tener que pasar por el banco a pedir una hipoteca para comprar «la baguette de pan de lino con sal del Himalaya cocida en horno de leña» que comprarías en Malasaña.
Llamar «la Renfe» a la red de Cercanías y, sobre todo, saber cómo usarla.
Saber que hay más parques aparte del parque del Oeste o el Retiro.
Que lo más parecido a un turista que veas en muchas manzanas a la redonda sea tu cuñado, que «no es español, sino ciudadano del mundo».