«Madrid. Templo de Debod. 5 de marzo de 2011. Un chico joven, alto, delgado, iba caminando mientras hablaba por teléfono. Me lo he cruzado de frente. Llevaba pantalones de pinza, camisa, un jersey y gabardina. La frase era: Voy paseando por aquí como si fuera contigo. Mmm… bueno, eso es todo. Hasta luego.»
Juan Berrio, historietista, fotógrafo e ilustrador, empezó a dejarse mensajes de voz como ese en 2009: no quería olvidar ningún detalle de las escenas de las que era testigo accidental cuando paseaba, ya fuera por las calles de Jaca, Barcelona, Toulouse o Madrid. «A veces vas por la calle y eres espectador accidental de un trozo de una conversación que no sabes de dónde viene ni a dónde va. Me pareció que capturar esos instantes tenía algo especial y decidí recopilarlos y compartirlos en mi blog«, explica.
Al llegar a casa, reproducía los mensajes que había grabado y se ponía a dibujar. «No son dibujos a pie de calle, espontáneos. Hay más trabajo detrás de lo que quizá se ve: hacía un lápiz, un segundo lápiz, corregía, borraba y luego ya entintaba. Me apetecía hacer algo con un trazo más suelto y se me ocurrió utilizar acrílico negro con un pincel despeluchado, viejo, roto, sobre papel de acuarela. Quería que se rompiera un poco el trazo».
Entre las más de 800 “frases encontradas” que compartió en su blog entre 2009 y 2017 pueden encontrarse perlas de sabiduría popular, banalidades, frases que rozan el absurdo y otras que impresionan por su crudeza. “A veces por surrealistas, a veces porque te faltan datos… Siempre había algo que te sacaba una sonrisa, pero también había frases muy duras. Una amiga me dijo que era como una crónica de la crisis [de 2008]: había gente hablando de que no podía poner la calefacción”.
Lo cotidiano como fuente de inspiración
Poco a poco, frase a frase, Juan fue coleccionando fragmentos de vidas ajenas. La acogida fue tal que el proyecto no solo se mantuvo en el tiempo, sino que, pasados cuatro años, dio el salto de la pantalla al papel: “Yo siempre he defendido lo cotidiano como inspirador, la idea de coleccionar pequeñas cosas me parece bonita. Y quizá el mejor ejemplo sea este libro”.
Bajo el título «cuaderno de frases encontradas», Juan hizo una selección de las ilustraciones que había ido recogiendo a lo largo de los años y autoeditó su propio libro: “A mí los libros me encantan, y en mi faceta más personal o experimental he tendido siempre a la autoedición (como primera opción, no como último recurso). Me parecía que si yo hacía un libro así el editor no iba a saber qué hacer con él y el librero no iba a saber dónde ponerlo. Hice una tirada de 800 ejemplares y se agotaron en muy poco tiempo.”
A raíz de su publicación, en 2014 el museo ABC de Ilustración le dedicó una exposición y la Consejería de Cultura y Turismo de Castilla y León, en colaboración con la Diputación y el Ayuntamiento de Palencia, organizó una muestra con cerca de 100 ilustraciones originales en el marco del Festival Internacional del Cómic y Novela Gráfica ‘ÑAM’.
Aunque el libro quedó detenido en 2013, Juan siguió publicando frases en su blog hasta 2017: «Algún día me gustaría reeditarlo, a las páginas de papel no han saltado la mitad de las frases.»
Un mapa diferente de Madrid
El interés que provoca asomarse fugazmente a las vidas de los demás ha sido una constante en el arte y la literatura. Pero, ¿por qué (nos) resultan tan fascinantes las conversaciones ajenas? «A mí lo que me gusta es que no sea una conversación, sino que sea una frase de la conversación, algo sacado de contexto. Algunas de mis frases favoritas no sé a qué se refieren. Toda esa parte que desconozco me apasiona«, comenta.
A pesar de la decisión deliberada de Juan de omitir detalles como los entornos, los ambientes o el mobiliario urbano, hay algo que no falta nunca en estas ilustraciones y que les aporta cierto carácter de crónica: el lugar exacto y la fecha en que se pronunciaron las frases.
«El lugar para mí era muy importante, me parecía que no era lo mismo una frase dicha en Madrid que dicha en otro lugar. Incluso yo tenía un espíritu distinto cuando estaba paseando por las calles de mi ciudad que cuando estaba haciendo turismo de verano o de fin de semana. Todo era distinto», explica. Carmen Martín Gaite escribió sobre esa sensación en su novela «El cuarto de atrás»: «La gente en Madrid andaba de otra manera, miraba, se vestía y hablaba de otra manera, con una especie de desgarro».
Esa información permite situar las escenas en un tiempo y espacio concretos, inequívocos, identificables. “Una cosa que me hacía mucha gracia es que la gente me decía: «Bueno, cualquier día sacas una frase mía, porque veo que estás por mi barrio. Nos vamos a encontrar», recuerda Juan.
Pero también dibuja un mapa alternativo de la ciudad, construido a partir de las vidas de quienes la habitan: puede que en una de las calles por las que pasamos todos los días dos amigos se reencontrasen por casualidad después de años sin verse, o puede que la calle en la que vivimos haya sido testigo de cómo una pareja rompió, o de cómo empezó a salir.
Después de todo, como compartía una arquitecta en relación a la obra del artista japonés Akira Yamaguchi, «Las ciudades están hechas de los recuerdos y la memoria de la gente, que tienen el poder de trascender su propio tiempo».