Cuando era pequeña odiaba que mi madre me mandase al mercado a hacer la compra, normalmente porque solía ser en sábado, cuando podía pasarme las horas viendo los dibujos en la tele en lugar de volver a casa cargada de naranjas, tomates, lechuga y un rastro de olor a pescado. Pero ahora, si me dicen de ir al mercado, se me abre los ojos como platos y voy encantada, porque automáticamente me imagino con mi cerveza en la mano y un manjar tras otro entrando a mi boca. Y es que ahora no voy al mercado a hacer la compra, ahora voy a comer, pero no a uno cualquiera, sino a nuestros mercados gastronómicos de Madrid favoritos:
- Mercado de San Miguel: había que ponerlo en primer lugar porque fue pionero en cambiar el concepto de mercado que todos conocemos. Es el único mercado de Madrid que conserva su estructura de hierro y está considerado un Bien de Interés Cultural. Si no podéis resistiros a la pinta de cualquiera de sus productos, ya sabéis que la mayoría podéis probarlos “in situ”, aunque el precio es algo elevado. Vermut, cañas bien tiradas y mucho picoteo de primera calidad (hay un puesto donde todas sus preparaciones llevan gulas, Alevín, qué nos encantó).
Pl. San Miguel, s/n
- Mercado de San Antón: estuvo a punto de desaparecer en los años 70 y ahora es uno de los mejores lugares para probar productos delicatessen de Madrid y tienes tres plantas para disfrutar de ellos. En la primera es un mercado tradicional, para comprar y llevarte a casa, la segunda está ocupada por el show cooking (y que show, que pinta tiene todo…) y en la tercera, hay 400 metros cuadrados para disfrutar de su terraza (si el tiempo lo permite) o de su restaurante, La Cocina de San Antón, donde preparan los platos con productos del propio mercado. Aunque las cantidades son pequeñas, nos gustó mucho el solomillo de buey a la parrilla, muy jugoso y sabroso.
C/ Augusto Figueroa, 24
- Mercado de San Ildefonso: no sabemos si son 500 o 700 los metros cuadrados que tiene, pero si sabemos qué se come muy bien y variado. Hay tapas para todos los gustos, más clásicas (como la tortilla de patatas con morcilla, pulpo a la brasa o pescaito frito) a otras más modernas, pero qué cada vez cogen más fuerza, como el tartar o el sushi. A nosotros nos puede la vena castiza y nos compramos unos huevos camperos con chorizo (imprescindible tener pan para poder sopar su increíble yema). Tiene 3 plantas y 18 puestos, por lo que ve sin prisa, pero con hambre (y con la cartera llena, que ya se sabe que estos mercados no son del todo económicos).