
La primera y única actuación del artista en nuestro país se presentaba como un desastre, pero acabó entre fuegos artificiales.
Puede que algunos de los que nos leen no lo sepan, pero «La Voz» fue algo más que el famoso programa de televisión cuando Francis Alber Sinatra vivía.
Frank Sinatra nos enseñó (aunque más bien a nuestros padres, pues muchos de nosotros ni siquiera habíamos nacido cuando entonaba sus temas) que se puede volar hasta la luna sin nave espacial. Tal y como hemos dicho, muchos no estábamos destetados cuando el cantante alcanzó la fama, pero justo porque la consiguió, hoy se le conoce como uno de los grandes de la música.
Hay quien piensa que su primer viaje a España coincidió con el concierto que en estas líneas acontece, pero no fue así, ya que la primera vez que pisó nuestro país lo hizo persiguiendo a Ava Gardner (y no a Amy). El animal más bello del mundo (modesto apelativo con el que la sociedad de la época se refería a Ava) amaba nuestro país, de hecho, el mítico restaurante Chicote fue testigo de sus noches de fiesta. De los jolgorios de ella y de la paciencia de él, pues Frank aguantaba dichas horas de desenfreno con cierta desgana, ya que fue en Chicote donde Ava conoció a Luis Miguel Dominguín, exitoso torero de profesión (y mujeriego de afición).
Hay cosas que no cambian pasen los años que pasen, por lo que no necesitamos ningún documento gráfico para saber la opinión del artista sobre la relación de su querida Ava con el torero. ¿Sería ahí donde sembraría su semilla de odio hacia nuestra tierra?
Una de esas noches de desenfreno, la pareja coincidió con Fernando Fernán Gómez en la Pasapoga (una antigua sala de fiestas de Madrid). De hecho, también estaba allí Lola Flores, pero esta vez no rechazó la compañía de la gente al grito de «Si me queréis irse», sino que se llevó a Ava y a Frank a Villa Rosa (el templo del Flamenco en Madrid).
De esa noche no tenemos muchos más datos, pero ahora toca recordar que además de cantante, Frank hizo sus pinitos en el cine. De hecho, la quinta vez que vino a nuestro país (ya ni siquiera estaba con Ava), lo hizo para el rodaje de ‘El coronel Von Ryan’ en Málaga. Una vez más, el artista volvió de mala gana, pues lo hizo cargado de exigencias de lo más incongruentes, como pedir un helicóptero para desplazarse y utilizarlo solo un día. La cosa no terminó ahí, ya que tuvo un enfrentamiento en el restaurante del Pez Espada (el mítico hotel de Torremolinos en el que se alojaba durante el rodaje).
La discusión llegó a su punto álgido cuando el cantante y actor vio una foto del Generalísimo y comenzó a soltar groserías de Franco. La cosa no acabó bien para Frank (a pesar de que pidió que el mismísimo embajador de Estados Unidos tomara cartas en el asunto). Finalmente y tras reconocer que la había liado, tuvo que pagar una multa de 25.000 pesetas por desacato y alteración del orden público. Cuando regresaba a Estados Unidos, lo hizo vigilado nada más y nada menos que por la policía militar y fue ahí, justo en ese momento, cuando el artista dijo «Ill never go back to that fucking country again«, que viene a significar que no volvería a España ni aunque le pagasen.
Tras esas palabras pocos esperarían que Sinatra volviera a España, sin embargo, lo hizo en 1986. Y parecía que quería hacerlo por la puerta grande, pues la idea era llenar el Santiago Bernabéu. El encargado de traerlo a Madrid fue el productor Arsenio Marcos, quién debió arrepentirse varias veces cuando vio que solo se vendieron 11.000 entradas, mientras que el estadio contaba con una capacidad para 60.000 espectadores.
¿Los motivos? Una mala gestión de los promotores y el precio desorbitado de las entradas (algunas de ellas superaban las 10.000 pesetas). Para más inri, El Corte Inglés era la única plataforma en la que podían adquirirse y un día antes del concierto, la compañía anuló el contrato con los organizadores.
Sin embargo, el concierto acabó siendo todo un éxito en el que los fuegos artificiales pusieron el punto final. ¿El motivo? ¡El mismísimo Frank! Antes de su entrada en escena, el estadio se encargó de abrir las taquillas la misma mañana del concierto para intentar hacer alguna venta, pero manteniendo el mismo precio desorbitado. Se dice que por aquel momento, Arsenio dijo «voy a perder hasta la camisa, pero nadie podrá quitarme el honor de haber traído a Sinatra a España por primera vez«. Y así fue.
A día de hoy, el productor debería admitir que el mérito no fue de él, sino del propio Frank, ya que el artista decidió repartir, de su propio bolsillo, 16.000 entradas gratis entre militares americanos de la base de Torrejón, un montón de trabajadores de la discográfica Warner y miembros de la Policía Nacional.
Finalmente, el artista subió al escenario durante más de una hora y media y terminó como él solo pudo hacerlo, a su manera.