Estas fotografías están tomadas en la entrada y los pasillos que miles de personas han cruzado en Madrid. IFEMA se convirtió hace unas semanas en uno de los centros de tratamiento contra el coronavirus. El hospital de campaña más grande de España cuenta con varios pabellones, y para llegar hasta ellos el personal sanitario tiene que recorrer unas zonas acristaladas donde sus pasos les acercan con cada pisada a una labor que debimos proteger hace mucho: salvar vidas.
Volver es el verbo preferido, las pinturas de colores, su vehículo a la esperanza. Los dibujos de los hijos de los trabajadores de IFEMA son la manera de expresar lo que todos sentimos por esas doctoras, esos enfermeros y todas las personas que de una manera u otra nos acercan cada día a superar esta crisis. Los niños y niñas que nos rodean no pueden coger las batas, tampoco pueden dirigir un país ni cargar cajas en los mercados. Pero sus dibujos dan cada día aliento a los que llegan a curar y a los que cruzan ese pasillo en sentido contrario para marcharse porque todo ha acabado. Dirección: su hogar. Quizá es justo lo que necesitamos como sociedad ahora mismo, más pequeñas cosas que nos devuelvan el aliento. Es normal, están hechas por lo mejor que tenemos, ellas y ellos.
Luis Carlos Pariente