Madrid, tierra de bares y lugares, tiene mucho que agradecer al noble oficio de los camareros. Si hay un gremio que ha encarado con dignidad los envites de la pandemia, ha sido precisamente el de los guardianes de las terrazas madrileñas, cuya profesionalidad es seña de identidad de Madrid. En contraste, su realidad laboral, además de inestable, se ceba hoy en día con los mayores de 45 años. Por eso, iniciativas como las de El Brillante merecen un artículo aparte.
Templo de caminantes de la noche, refugio de una versátil comunidad de fieles y parada de descanso de taxistas, la cadena de bares castizos ha elevado a mito sus bocatas de calamares, sus cañas bien tiradas y la legendaria paciencia de sus camareros, custodios de los mejores ‘despertares’ del fin de semana.
En esta ocasión, la noticia es bien distinta, y sin embargo ejemplar. Los responsables de El Brillante se han desmarcado de la tendencia al alza del sector, a la caza de perfiles jóvenes y no siempre sobradamente preparados, y han preferido dar prioridad a los candidatos en torno a los 50 años que se presenten al puesto de camarero en sus establecimientos.
La novedosa medida aspira, por un lado, a dignificar la profesión con mano de obra de largo recorrido y, por otro, a dar visibilidad a uno de los colectivos más vulnerables del panorama laboral en España: el de los mayores de 50.