Aunque de naturaleza poco caudalosa, el deterioro del río Manzanares era evidente. Donde debería haber cauce, por exiguo que fuese, tan solo había una sucesión de balsas de agua semiestancada.
Allí se acumulaban los mosquitos y los olores, lo propio del agua embalsada, en detrimento de peces, aves y nueva vegetación. Pero en 2016 el Ayuntamiento de Madrid con el apoyo del resto de grupos municipales decidió dar un giro radical a la situación.
El proyecto, presentado por Ecologistas en Acción, fue respaldado por un presupuesto público de 1,2 millones de euros, y los resultados empezaron pronto a ser palmarios. Tanto que hace unos días el jefe de servicio de Biodiversidad del Ayuntamiento de Madrid, Santiago Soria, avistaba una nutria nadando en el Manzanares después de 50 años.
La primera medida fue abrir las compuertas de las presas y los cambios en los 7,5 kilómetros de tramo urbano del río empezaron a notarse. El ecosistema solo necesitaba un pequeño empujón. El cauce tomo forma y empezaron a dibujarse con mayor precisión algunas islas. También empezó a observarse con mayor nitidez el salto entre el cauce y la orilla. Orilla e islas empezaron a cubrirse de vegetación y ya hay censados más de 2.000 ejemplares de árboles autóctonos.
Pero abrir las presas también ha supuesto una mejora en la calidad del agua (avalada por la Confederación Hidrográfica del Tajo), así como la proliferación de centenares de peces, y con ellos, las aves (hasta 50 especies distintas). Los resultados han podido apreciarse mucho antes de lo que ecologistas y gobierno municipal tenían previsto.
Foto de portada: Manuel M. Vicente