Si, como nosotros, alucinas con los supermercados llenos de productos exóticos, este se convertirá en tu paraíso en la Tierra.
Aquellas escenas de cine posapocalíptico en las que los protagonistas se pasean por los pasillos del supermercado echando al carrito todo aquello con lo que se cruzan, a golpe de impulso y manotazo, es uno de mis sueños frustrados.
Cada vez que compro en alguna gran superficie me sobreviene esa misma necesidad de arrojar cosas a la cesta de la compra como si las facturas se pagaran solas. Y esa misma sensación, pero potenciada por la curiosidad ante lo desconocido, me volvió a asaltar en el supermercado asiático situado cerca de Plaza de España, en el número 20 de la calle Leganitos.
Al cruzar la puerta del local, el influjo de estímulos es imposible de procesar. La comida rápida empaquetadas en bolsas y paquetes de plástico con colores chillones da a paso a bebidas, verduras fermentadas, fruta y verdura fresca, tallarines, arroces, aceites, leche de coco, congelados o salsas que uno no sabría cómo usar.
En su sección de frutas puedes encontrar productos tan exóticos como el mangostán, el llamativo durian o la conocida popularmente como fruta del dragón.
Aunque a un neófito de la gastronomía asiática todas estos colores epilépticos, estos embalajes ininteligibles y estos alimentos sin significante registrado en nuestro cerebro, resulten todos lejanamente asiáticos, esto es, chinos o japoneses, lo cierto es que aquí pueden encontrarse también productos del acervo culinario tailandés, indio o coreano. Porque no toda Asia es China.
Entre los congelados puedes comprar ingredientes como las hojas de lima kaffir, citronela, pato congelado, hojas de panda o chiles, y tampoco puedes perderte su sección de aperitivos y dulces, y arriesgar a ver qué se esconde tras ese llamativo envoltorio.
En definitiva, un paseo por el continente asiático sin tan siquiera salir de la M-30. Y, como diría mi madre, si tienes dudas, pregunta, que para eso tienes boca.