Os lo digo con todo el dolor de mi corazón: en este tema, Barcelona os gana.
Veréis, no soy “gata” de pura cepa, más bien “cataleña”, un palabro que utilizo para explicar que soy mezcla de madre catalana y padre madrileño. Eso significa que llevo años viviendo las tradiciones de (lo que a mi me parecen) dos ciudades muy distintas: he bailado chotis con un clavel blanco en la cabeza y el caganer hace sus necesidades en mi pesebre desde que tengo uso de razón. Es por eso (y por ser una rata de biblioteca) que vivo con tanta pasión el 23 de abril, Día del Libro y de Sant Jordi.
Hasta bien mayorcita creía que aquí también se hacía lo de regalar una rosa o un libro a tu enamorado o a alguna persona cercana, la realidad me supo a decepción. En Barcelona celebran su pasión por las letras por todo lo alto. Las ramblas se llenan de vendedores de rosas y ese día en el metro hay más narices pegadas a un libro que a la pantalla del smartphone. Es imposible no caminar por la calle sin escuchar una voz explicando la leyenda de cómo el valiente San Jorge se cargó a un dragón, de cuya sangre nació un rosal.
Aquí, en Madrid, hay un evento conocido como La Noche de Los Libros que (reconozco) no tiene mala pinta. Este año cumple diez años y se va a celebrar con más interés. Autores nacionales e internacionales darán conferencias en las diversas bibliotecas públicas de la capital; habrá música, poesía, talleres, coloquios, gymkhanas… Pone que es por la noche pero realmente comienza por la tarde, así que no hay excusa para no tomarse media hora para pasarse por las más de 600 actividades que organiza el Ayuntamiento.
Pero para los que tienen sangre catalana como yo, eso no es suficiente. Necesitamos más, y no nos vale con comprar la rosa a uno de esos vendedores que llevan diez sombreros de luces y hacen un ruido muy molesto con la boca. El Centro Cultural Blanquerna celebra estos días la Setmana de la Cultura Catalana y, ahí sí, regalarán rosas a los clientes que adquieran un libro de su oferta de autores catalanes. Lo malo es que este sitio es imposible de encontrar, por mucho Google Maps que haya (a mí me costó media hora dar con él).
Lamento deciros que no sabéis lo que os perdéis; desconoceis la ilusión que hace saber que el 23 de abril alguien os va a regalar un libro, una aventura que va a durar días y semanas. Tenéis actividades, pero no la actitud adecuada. Mi consejo es que esta semana os desplacéis a algún rincón de Cataluña (no tiene por qué ser Barcelona) y les concedamos el mérito de superarnos en celebrar su amor por la lectura.
Fotografía 1: Javier Rubín Grassa
Fotografía 2: Raquel Núñez Gil